Mientras el país habla de la final de la Copa Libertadores y las apostillas del G20, en un discreto segundo plano, se informó que quedó cerrada la causa abierta por la muerte de Santiago Maldonado.
El artesano se convierte así en involuntario protagonista de otro de los tantos hechos que mantuvieron en vilo al país entero, y que terminan por apagarse sin esclarecimiento ni respuestas.
Se decidió ahora, sin más, que el joven se ahogó y punto final. Cómo llegó allí, en qué circunstancias, qué ocurrió en el operativo, por qué se rastrilló tantas veces el lugar donde se encontró el cuerpo sin que nadie lo viera, por qué se lanzaron tantas versiones falsas de parte de autoridades nacionales (como la legisladora Elisa Carrió, que anunciaba que estaba en Chile), por qué en los whatsapp de todo el país circulaba la imagen del cadáver a minutos del hallazgo, por qué se informaron los resultados de la autopsia antes de que se realizara el examen forense, etc, etc, son algunos de los puntos que nadie explicó.
El juez Gustavo Lleral, con el archivo de la causa 8232/17, deja el interrogante mayor abierto, y no se entiende por qué razón alguien decide de manera voluntaria meterse en un río helado. Y el “dictamen” propone eso: que Santiago se metió en el río de manera voluntaria, encontró un pozo y murió. Nadie lo vio. Nadie lo obligó. En el texto se subraya especialmente el carácter voluntario de su decisión de meterse en el río, para afirmar sin duda alguna que nadie forzó su muerte ni desaparición. No hubo nada alrededor, no significan nada las filmaciones ni las fotos, todo es intrascendente a la causa.
¿Cómo es posible que Lleral diga que Santiago murió porque se metió al río de manera voluntaria sin siquiera preguntarse en qué lugar del río estuvieron los 13 uniformados que bajaron a la costa sumados a los otros que aun hoy siguen sin identificarse?
Mucha indignación y tristeza genera lo ocurrido. Aunque no tanta como las burlas y comentarios irónicos de algunas autoridades vía redes sociales, que celebraron el fallo.
Es una postal más de nuestra amada Argentina versión 2018, donde el mayor desvelo mediático pasa por saber si los hinchas de Boca cargarán a los de River o viceversa después de jugar en España.