Editorial
Avances
Hoy se cumplen 35 años desde que el retorno de la democracia, y vale la pena recordarlo, considerando que se trata nada menos que del periodo democrático más largo de nuestra historia.
En estos treinta y cinco años, se atravesaron toda clase de etapas, incluyendo algunas críticas, otras dolorosas, la situación económica pasó por tantas caídas y subidas como una montaña rusa, pero aunque la crisis resulte casi crónica, hubo notables avances.
En principio, las libertades individuales, la vigencia de la Constitución Nacional, a veces maltratada pero siempre presente, para decirnos que podemos pensar libremente, que podemos expresarnos, que podemos profesar el culto que nos indique nuestra conciencia. Y que podemos votar al candidato y al partido que nos represente. No es poca cosa.
En materia de derechos humanos, son muy pocos los países que pueden exhibir un acervo tan fecundo en esta materia. Desde el histórico juicio a las juntas militares, hasta los no menos históricos y recientes procesamientos a cientos de responsables de crímenes de lesa humanidad, la Argentina puede mostrarse orgullosa al mundo de haber impulsado una política de memoria, verdad y justicia casi sin parangón, derogando leyes de impunidad que intereses corporativos arrancaron de la debilidad de algunos Gobiernos democráticos.
Los derechos individuales y colectivos también se expandieron en forma significativa en estos años, por el reconocimiento constitucional y legal de los denominados derechos de segunda y tercera generación, que consagraron el matrimonio igualitario, los derechos ambientales, del consumidor, de los pueblos originarios y tantos otros.
Es en el terreno económico-social en el que la democracia argentina acumula deudas pendientes con su sociedad. La irrupción del Estado de Derecho no implicó, pese los a los iniciales augurios, mejor salario, salud o educación. Malas políticas, que en muchos casos fueron legitimadas electoralmente por una sociedad disciplinada por propaladoras mediáticas, instalaron la idea de que el retroceso acelerado e indiscriminado del Estado sería el disparador de la prosperidad y que los mercados devolverían a la Argentina a un lugar de privilegio.
Son puntos a corregir, detalles casi, en comparación con lo que se ha ganado desde 1983 hasta aquí.