Editorial
Decisión
El Papa Francisco ofreció ayer un mensaje pocas veces oido por parte de un miembro de la Iglesia Católica, que adquiere una relevancia superlativa por tratarse de la máxima autoridad eclesial, y porque en sus palabras, que recorrieron el mundo, incluye un mea culpa pero, sobre todo, un compromiso enorme.
Sin eufemismos, sin evasivas, con mucho coraje y sinceridad, el Pontífice argentino se refirió a los abusos sexuales por parte de religiosos, reconoció que la institución eclesiástica durante años protegió abusadores, y anunció que eso nunca más ocurrirá.
Francisco no recurrió a la compasión ni a la comprensión de los abusadores, y los atacó directamente, para prometer que cambiará para siempre lo que ocurría con ellos en la Iglesia.
“La Iglesia nunca más encubrirá o subestimará los casos de abusos por parte del clero. La Iglesia no se cansará de hacer todo lo necesario para llevar ante la justicia a cualquiera que haya cometido tales crímenes. La Iglesia nunca intentará encubrir o subestimar ningún caso. Por ligereza, por incredulidad, por falta de preparación, por inexperiencia o por superficialidad espiritual y humana, se han tratado muchos casos sin la debida seriedad y rapidez: nunca debe volver a suceder. Esta es la elección y la decisión de toda la Iglesia. Hombres consagrados, que abusan de los débiles, valiéndose de su poder moral y de la persuasión, cometen estas abominaciones y siguen ejerciendo su ministerio como si nada hubiera sucedido; no temen a Dios ni a su juicio, solo temen ser descubiertos y desenmascarados. Desgarran el cuerpo de la Iglesia, causando escándalo y desacreditando la misión salvífica de la Iglesia y los sacrificios de muchos de sus hermanos. A menudo, detrás de su gran amabilidad, su labor impecable y su rostro angelical, ocultan descaradamente a un lobo atroz listo para devorar a las almas inocentes”, declaró.
A los abusadores, les advirtió: “entréguense a la justicia humana y prepárense para la justicia divina”.
Se trata de una declaración histórica, necesaria y valiente. Es de esperar que efectivamente marque un antes y un después en el tratamiento de casos que tanto daño han hecho a la comunidad y a la propia Iglesia.