Editorial
Triste vigencia
En 1863, “Chacho” Peñaloza fue asesinado luego de levantarse contra el centralismo porteño que lideraba el general Bartolomé Mitre luego de su victoria en Pavón. Dos años más tarde, a poco de iniciarse la Guerra del Paraguay, los partidarios del federalismo comprendieron que se ponía en juego su destino y se levantaron en armas.
Las noticias de los desastres de la guerra circularon rápidamente: la sublevación de voluntarios, las enfermedades, el tratado de la ‘triple infamia’ y el desastre de Curupaytí, entre otros. Fueron estos los sucesos que determinaron la nueva sublevación de los federales.
En noviembre de 1866, las provincias cuyanas fueron sublevadas por las fuerzas de Juan y Felipe Saá, de Juan de Dios Videla, Aurelio Zalazar y, finalmente, el catamarqueño Felipe Varela.
Varela, quien había participado junto a Peñaloza de la revuelta de 1862-63, luego se había puesto a las órdenes de Urquiza y finalmente se había refugiado en Chile.
Cuando la situación se hizo insostenible, ordenó comprar unas pocas armas con la venta de sus tierras.
En diciembre de 1866, tras unas primeras victorias contra el ejército nacional, llegó a Jáchal, en el centro-norte de San Juan, con no más de 200 soldados montoneros. Desde allí, el 6 de ese mes, se dirigió a los pueblos americanos, con su famosa proclama.
A su llamado acudieron centenares de hombres, principalmente gauchos, conformando un ejército de unos cuatro mil guerrilleros, al canto de “De Chile salió Varela, y vino a su patria hermosa, aquí ha de morir peleando por Vicente Peñaloza”. Varela y sus hombres serían derrotados al año siguiente.
Tristemente, las injusticias que movilizaron a Varela siguen vigentes.
“Nuestra Nación, tan feliz en antecedentes, tan grande en poder, tan rica en porvenir, tan engalanada en glorias, ha sido humillada como una esclava, quedando empeñada en más de cien millones de pesos fuertes y comprometido su alto nombre”, dice un párrafo que data de hace 152 años, y podría haber sido escrito ayer.
Si el Quijote de Los Andes hubiera triunfado, quizás otra sería nuestra realidad.