Desaliento

jueves, 16 de agosto de 2018 00:00
jueves, 16 de agosto de 2018 00:00

El panorama económico del país se sumerge en arenas tan inestables que es imposible ensayar cualquier análisis sin utilizar la palabra crisis.

De acuerdo con la mirada del experto que opine, el eje de los desfasajes puede ser financiero, cambiario, fiscal o la fórmula que se prefiera, pero a medida que se avanza en la lectura de las variables e indicadores del presente, los diagnósticos confluyen en coincidentes vaticinios, oscuros para la abrumadora mayoría de los habitantes de este país.

En esta coyuntura innegable, admitida ya en diferentes tonos por oficialistas y opositores, se perciben también efectos colaterales que prometen extender la etapa de vacas flacas mucho más allá del período que perduren los números rojos.

Sucede que el modo en que la crisis se desarrolla permite, en sus más dramáticas expresiones, que cierto segmento -ínfimo porcentualmente- de la población se beneficie a pasos agigantados.

De ese modo, mientras salarios se debilitan, la inflación galopa y los costos se disparan, los tenedores de grandes capitales multiplican sus fabulosas riquezas sin el mínimo esfuerzo y sin riesgo alguno.

Una abultada cuenta en dólares, por caso, en los últimos meses garantizó a su poseedor no solo inmunidad a los embates de los desaciertos oficiales sino también excelentes réditos.

Es quizás la expresión más triste del momento que se vive. Porque esta Argentina que empuja a sus millones de ciudadanos al “sálvese quien pueda” muestra un camino libre de riesgos y pleno de prosperidad a los especuladores.

Mientras tanto, un emprendedor, un comerciante honesto, un industrial, se verán asfixiados por el aumento de insumos, la incertidumbre, las presiones tributarias y los costos para salir a un mercado escuálido.

Con estas cartas sobre la mesa, ser optimista requiere más ceguera que fortaleza de espíritu.
 

0%
Satisfacción
0%
Esperanza
75%
Bronca
0%
Tristeza
25%
Incertidumbre
0%
Indiferencia

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