La Argentina se prepara para asistir en apenas dos días a la que probablemente sea la sesión más importante de los últimos años en el Senado nacional: la que debatirá el proyecto de despenalización del aborto que ya cuenta con media sanción de la Cámara baja.
A diferencia de hace algunas semanas, cuando la histórica y ajustada aprobación de los diputados al calor de la “ola verde” que recorría el país hacía presumir -y así lo expresaban los titulares de las bancadas mayoritarias- un tratamiento sencillo para que, esta vez sí, “el aborto sea ley”, ahora las cosas parecen encaminarse hacia un “no positivo” de los senadores.
Al menos así lo auguran los números de los últimos poroteos que dan cuenta que por un estrecho margen la despenalización no prosperará.
Es entendible. La presión de los sectores “provida” que se oponen a la ley fue formidable y alcanzó un nivel de organización y despliegue territorial en Capital Federal y las provincias como pocas veces se ha visto.
Fue un movimiento transversal e intergeneracional, al igual que el “proaborto”, que cobró visibilidad creciente con una pretendida legitimidad absoluta por el hecho de “cuidar al que no nació”, en oposición a los que promueven “la cultura de la muerte”.
En este entendimiento no entraron los derechos reproductivos de la mujer ni mucho menos la violencia que implica obligarla a ser madre aún cuando no quiera.
Aunque siempre puede haber una sorpresa, es probable que la clase política termine autopreservándose y vote, aún en contra de convicciones íntimas, para voltear el proyecto con media sanción que, de aprobarse, podría tener consecuencias imprevisibles.
A esta altura, parece ser más grave la posibilidad de que haya aborto legal que los efectos en la sociedad de un plan económico que subordina los intereses soberanos al gran capital internacional y que se traduce en un ajuste feroz que repercutirá como nunca en los que menos tienen.
Pero a no confundirse. Si la despenalización del aborto termina en el archivo no se terminará con el aborto: éste seguirá siendo clandestino, pago, seguro para las que lo puedan costear y, lo peor, mortal para las vulnerables de siempre.