Apuntes del Secretario

jueves, 9 de agosto de 2018 00:00
jueves, 9 de agosto de 2018 00:00

Tal cual lo adelantamos, en la sesión de ayer de la Cámara de Diputados, tomó estado parlamentario el pedido de juicio político contra los doctores José Ricardo Cáceres y Amelia Sesto de Leiva. Completado los trámites de rigor, (el pedido) fue remitido a la comisión de Asuntos Constitucionales que, bajo la presidencia del renovador ferjalilista Horacio Sierralta, comenzaría a estudiarlo el lunes venidero. Sobre el particular, conviene decir que esta comisión ya tiene amplio conocimiento del tema, toda vez que en marzo y abril organizó una ronda de consulta de la que participaron los abogados Eduardo Andrada –autor de la iniciativa presente-, José Alberto Furque, Rosario Andrada y Fernanda Rosales, la actual presidente del Colegio de Abogados, quien indicó en aquel momento que la entidad tenía un antecedente sobre los planteos contra los jueces de la Corte, los que efectivamente señalaban flagrantes violaciones contra un artículo especial –el 168- de la Constitución provincial. Respecto a los debates de hace tres meses, ampliamente difundidos por la prensa, se recuerda que los radicales integrantes de la comisión, a excepción de Francisco Monti, no participaron. El argumento de aquellos días fue la ausencia de un pedido de juicio político, mecanismo único para avanzar contra un cortesano. Hoy existe un escenario diferente, por lo que se descuenta que la discusión puede ser importante.

La noticia del enjuiciamiento, al parecer, no preocupa para nada a José Ricardo Cáceres, quien no solo cargó contra el abogado Andrada, sino que lo hizo contra toda la Cámara de Diputados. De la comisión se rió, al punto de ridiculizarla cuando dijo que únicamente faltaba que inviten a Piñón Fijo y el Chavo del Ocho. Después sus ataques fueron contra el diputado Augusto Barros, también abogado a quien pretendió desacreditar llamándole “el jurisconsulto”. Y esta semana, sin vueltas, volvió a atacar a la política. Sobre el juicio que se le avecina fue lacónico y mordaz. “Esa idiotez me tiene sin cuidado”, le dijo a un periodista de El Esquiú que, sin más ánimo que requerir su opinión, fue a entrevistarlo. También durante la semana, en nota de El Ancasti, se quejó agriamente del funcionamiento del Consejo de la Magistratura. No sabemos si esta intromisión, largamente imprudente, no agrega un motivo complementario para extender el juicio político que ya está en marcha.

Antes, mucho antes que se produjeran nuevas fracturas dentro del radicalismo, dijimos que “la interna que no fue” (por la que se programó para el 3 de junio y quedó en la nada) iba a traer problemas impensados. Nos quedamos cortos. Hoy la UCR está gobernada, según los cálculos más optimistas, por una fracción minoritaria que, a su vez, tiene dos problemas complementarios: 1) no hay unidad de criterios entre “los electos” y 2) éstos últimos no son reconocidos como autoridad por el grueso del partido. La consecuencia de esta especie de anomia lleva a una conclusión, suponemos, no deseada por nadie: hay dos UCR. Una que funciona a la par del PRO y Cambiemos, como se refleja en la actual conformación del bloque mayoritario, y la otra aferrada a un Frente Cívico del pasado que es sostenida, esencialmente, por paladares negros del castillismo como Víctor “El Gato” Luna, Marita Colombo y Luis Lobo Vergara. Junto a ellos todavía permanecen Juana Fernández, Genaro contreras, Alejandra Pons y Humberto Valdez, un jefe de bloque totalmente devaluado por las escisiones más recientes y que, por lo que se aprecia, ya no contiene a nadie. El ambiente de crisis, de hecho, podría sumar conflictividades en los próximos días. El sector de Juana Fernández, por ejemplo, tendría escasa voluntad de quedar pegado al castillismo.

La recurrencia de nombrar candidatos “a dedo” o programar internas como meras pantallas para cumplir con la carta orgánica, por lo general no resultan saludables. Es lo que está pasando en la UCR. La metodología que se aplica desde hace más de 30 años, esta vez chocó con una intransigencia que, claramente, parece ser la tesitura de la mayoría. Nadie, en las veredas opuestas al castillismo, acepta que la Junta Electoral “seleccionada” para la interna haya borrado de un plumazo a una alianza donde se incluyen figuras de predicamento como Ricardo Guzmán, Brizuela del Moral, Horacio Pernasetti, Augusto Acuña o Vázquez Sastre, todos apellidos ilustres y con peso propio en el firmamento radical. Los deslices o excesos que pudieron existir en la conformación de la lista, de haber existido vocación democrática, fácilmente se podían haber solucionado y, así, evitado el desastre de estos días. Con solo postergar una semana la fecha de la interna y permitir un nuevo armado, el presente sería distinto. No existiría un bloque destrozado y la conducción sería legítima. Hombres como Alejandro Páez (comité provincia) y Roberto Gómez (comité Capital), ajenos a las trampas de una interna fantasmagórica, no tienen la culpa de manejos que los exceden.
El nuevo bloque mayoritario, aunque no tenga el aval de la conducción formal de la UCR, asoma ahora con mayores chances de vencer en una primaria. Integrado por Paola Bazán, Enrique Cesarini, Rubén Herrera, Rubén Manzi, Carlos Marsilli, Carlos Molina, Francisco Monti, Marisa Nóblega, Verónica Rodríguez Calascibetta y Jorge Sosa reúne, con entendimiento e iguales planes de futuro, a una aparente mayoría de la UCR y al PRO. Solamente quedan al margen desperdigados castillistas, que se aferran a una sigla que ya no dominan, o algún aislado militante del PRO como Fernando Capdevila que, con un reciente fallo de la Justicia (de la juez Cecilia Delgado), cargará por el resto de los días con la “mochila” de pertenecer a la constructora que hizo mal un estadio que le costó fortunas a la provincia. Este panorama, por otra parte, reorienta planes electorales. A los “supuestos perdedores” o “ganadores morales” de la interna se ha sumado Rubén Manzi, el hombre de la Coalición Cívica que pretende desplazar a Lucía Corpacci de la gobernación y también está el motor de los grandes triunfos radicales del pasado, Eduardo Brizuela del Moral. Este, con votos propios y avales en serio, podría cambiar su idea de no volver a presentarse. Todo por culpa de “la interna que no fue”, aquella que celebraron especialmente personajes como Víctor Luna o Luis Lobo Vergara, quienes llegaron a amenazar con denunciar delitos electorales. Por último. ¿Y si la fórmula final es Brizuela-Manzi o Manzi-Brizuela?

La herida radical va de una punta a la otra. No solo los mayores se separaron y quedaron a la espera de medir fuerzas en la primaria provincial o nacional. También al nivel juventud bajó la discordia. El Movimiento Renovador, de Brizuela del Moral, dejó de lado la interna y determinó que Tiago Puente fuera reelecto sin tener unanimidad, ni legitimidad. Lo hizo con expresiones de gran elocuencia como “militar no es una cuestión de cargos políticos” o “la construcción personalista y de corte hereditaria que proponen no nos representa ni nos representará jamás”. Remataron su postura señalando que no quieren ser cómplices de una construcción donde priman la proscripción y la ilegitimidad”. Si alguien tenía dudas de los daños que provocó “la interna que no fue”, allí tienen otra respuesta más.

Lo que pareciere un simple detalle, en el análisis político, le podría costar al senador nacional Dalmacio Mera romper su idilio con el peronismo de Catamarca. El martes a la noche, junto a su primo Rodolfo Urtubey, firmó con los miembros de Cambiemos, en la comisión de Asuntos Constitucionales que preside, el dictamen para la sesión especial en la que, hoy, se analizara la autorización para que el juez Bonadio allane las propiedades de la expresidente Cristina Fernández de Kirchner. Más allá del resultado que emita el cuerpo, Mera y Urtubey fueron los únicos peronistas que aceptaron esta sesión especial. Los demás, de los bloques kirchnerista o Argentina Federal, se negaron o al menos no firmaron el despacho. Estas cosas, en la política, suelen quedar como marcas indelebles. En el caso de Mera, por si no faltaran detalles, los peronistas de Catamarca recuerdan que fue diputado nacional en 2009 y vicegobernador en 2011 gracias al kirchnerismo del cual reniega en estos tiempos. Por ahora es solo un análisis de conducta, pero el martes quedó al desnudo que el senador parece estar más cerca de Cambiemos que del grueso del peronismo que, le guste o le disguste, no reniega del gobierno anterior.

RECUERDOS. En este último bloque traemos al presente los hechos ocurridos hace 25 años, muchos de los cuales se entremezclan con figuras que todavía tienen actuación pública.
El 4 de agosto de 1993, rodeado de mucha expectativa, sesionaba el congreso del Partido Justicialista de Catamarca. A contramano de las épocas modernas, los congresales resolvían que no habría alianzas para las elecciones provinciales y nacionales que debían realizarse el 3 de octubre de aquel año. De esta forma, sin aliados, la fuerza que presidía desde el 25 de julio el doctor Ramón Saadi se iba a enfrentar al sólido Frente Cívico de aquel tiempo y a otra formación con dirigentes peronistas (Rosales, Marcolli, Sotomayor, Mario Fadel, etc) como era Opción Provincial. Como se podrán imaginar los lectores, con estas condiciones, las posibilidades de triunfar eran muy limitadas y sujetas a un milagro. También aquel congreso proclama su apoyo a la reforma de la Constitución Nacional y a la eventual reelección de Carlos Saúl Menem, el hombre que había intervenido la provincia en 1991 y había hecho lo propio con el Partido Justicialista. Por último, se remitían al Tribunal de Disciplina las fichas de los dirigentes Jorge Díaz Martínez, Ángel Arturo Luque y Hugo Alberto Mott, quienes no aceptaban la conformación de la lista a dedo y a voluntad de Saadi. Todos querían que se respetaran los resultados de la interna que restituyó el partido a las huestes saadistas. 


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