33 de mano
Escribe Kelo Molas
Diario La Voz del Interior (Córdoba), sábado 8 de septiembre de 2018. Dijo la monja Martha Pelloni: “La época del gobierno de Ramón Saadi fue muy fuerte. Todos los medios de Catamarca estaban vedados. No teníamos por dónde hablar, por dónde expresarnos”. Le decimos a la monja Martha Pelloni: miente. Y miente de manera descarada, como jamás lo hubiéramos imaginado. Las declaraciones de la religiosa fueron hechas al matutino cordobés con motivo de haberse cumplido ese día 28 años del crimen de la estudiante chacarera. Tras señalar que el de María Soledad Morales “fue el primer caso de trata de personas porque hubo reclutamiento de la víctima. La raptaron, explotaron sexualmente y se les murió”, la monja expresó textualmente: “La época del gobierno de Ramón Saadi fue muy fuerte. Todos los medios de Catamarca estaban vedados. No teníamos por dónde hablar, por dónde expresarnos. Fue gracias a la prensa nacional y a ustedes (por La Voz del Interior), que fueron pioneros en cubrir las marchas del silencio y todo lo que sucedía en Catamarca en septiembre de 1990. Gracias a eso, logramos que el caso tuviera visibilidad y con los años lograr una condena”. En su emblemático “Niños de Plástico”, el enorme Víctor Heredia canta con fuerza “¡mienten, mienten, qué forma de mentir!”, a lo que podríamos sumarle a León Gieco para recordarle a Pelloni que todo está guardado en la memoria y en los archivos locales y del periodismo argentino e internacional. Porque es justo señalar ahora, casi tres décadas después, que allá por los 90 no todos los medios de comunicación estaban vedados en nuestra provincia. Y lo hacemos en nombre de un grupo de gente valiosa y con convicciones que trabajó para esa época en el diario El Ancasti, sin ningún tipo de condicionamientos. Nada prohibía abrir las páginas del matutino (desde su tapa) para que el aberrante crimen de María Soledad tuviera el espacio que fuere necesario en procura de su esclarecimiento. Nada ni nada prohibía ejercer un periodismo valiente. Imperfecto, seguramente. Pero con una extraordinaria cuota de coraje y compromiso.
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La misma monja Pelloni no puede olvidar que fue protagonista de incontables portadas de El Ancasti, como aquella con una fotografía de su rostro y el título “Catamarca, ponte de pie”, después de concluir una de las históricas marchas del silencio. No puede ignorar tampoco que en la película “El caso María Soledad”, dirigida por el reconocido cineasta Héctor Oliveira, en una de las escenas un par de actores comentan los titulares de El Ancasti. Seguramente no podrá la monja ningunear al diario catamarqueño de aquellos días al darle importancia y agradecer solamente a la “prensa nacional”. Le decimos: El Ancasti también formaba parte de la prensa nacional, al menos que hoy lo considere un medio extranjero. Además, hay libros, revistas, documentales y diarios de la Argentina y de otros países que pueden desmentir de manera categórica los dichos de Pelloni cuando se refiere al periodismo que se ocupó del caso Morales. Es más: si tanto se ufana de valorar a la “prensa nacional”, puede preguntarles a muchos colegas porteños cuál es el concepto que tienen –aún hoy- del diario El Ancasti de aquella época, incluso a su amiga Mirtha Legrand, con quien almuerza de tanto en tanto. Para conocimiento de la monja: un par de estudiantes de periodismo porteños y locales prepararon su trabajo final con base en las tapas de El Ancasti de los años 90. Hay sobrada documentación que puede dar fe de lo que estamos diciendo. Confiamos que lo hicieron porque no encontraron veda alguna en el contenido de la información. Hay una historia que no nos deja mentir y hay una historia que desmiente rotundamente a Pelloni cuando señala que no tenían “por dónde hablar” ni por “dónde expresarnos”. Suponemos debe saber Pelloni que entre los diez mandamientos de la Ley de Dios, el octavo dice: “No dirás falso testimonio ni mentirás”. Aquel grupo de El Ancasti no espera disculpa alguna de la monja. No se disculpará. Seguramente se conforma con una simple frase de El Chavo del Ocho: “Se me chispoteó”. La verdad sea dicha. La verdadera, claro.n