En un nuevo aniversario del paso a la inmortalidad de Fray Mamerto Esquiú, es casi un deber de los catamarqueños mantener viva la fe en lo que se refiere a su proceso de canonización, previa beatificación.
Es verdad que la causa lleva casi un siglo (98 años para ser más precisos), y que a veces se expande en la comunidad cierta sensación de descreimiento cuando surgen novedades en torno a la posibilidad de que el prócer sea consagrado como santo. No es sencillo mantener el ímpetu y el fervor cuando pasan décadas y décadas sin que se alcance la anhelada meta.
Pero hubo avances, y quizás fueron más significativos los cambios advertidos en el último puñado de años que en todo el proceso anterior.
Esquiú fue declarado Siervo de Dios en 2005 y Venerable en 2006 y su causa de beatificación se encuentra en un gran momento desde el año pasado. 
La marcha hacia los altares experimentó un paso importante al cerrarse la instrucción que examina el presunto milagro atribuido a la intercesión del Orador de la Constitución y ocurrido en la arquidiócesis de Tucumán. Esa documentación está en Roma, donde la estudian los expertos de la Congregación para las Causas de los Santos. 
El trascendente avance se concretó tras la actuación de un tribunal ad hoc presidido por el presbítero Marcelo Lorca, en representación del arzobispado de Tucumán. También lo integraron fray Oreste Mateo Krupsky OFM, promotor de Justicia; y el doctor Guillermo Recúpero, profesor de Infectología de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), como perito médico. 
La palabra final se oirá desde El Vaticano, y no es un detalle menor que la máxima autoridad de la Iglesia, el Papa Francisco, sea un compatriota: él conoce perfectamente a Esquiú y su obra.
Se trata de cuestiones que tienen sus tiempos, con plazos muy diferentes a las expectativas populares por recibir la buena noticia.
Pero hay muchas señales que indican que estamos más cerca, y que el día que Catamarca espera muy pronto se convertirá en una realidad.