El dolor no prescribe. Pasaron cinco años desde el desastre natural que afectó principalmente a las localidades de El Rodeo y SIján, pero la comunidad catamarqueña sabe que la herida se mantiene abierta; en especial para quienes perdieron un ser querido en la trágica madrugada.
Ayer, de distintas maneras, se recordó una vez más a las víctimas del devastador alud, y quienes estuvieron más cerca de las áreas destruidas revivieron la angustia y la tristeza de un episodio que nunca se olvidará.
Perdura el reclamo por saber si existieron responsabilidades que eventualmente pudieron agravar todavía más la seriedad de un fenómeno de esa magnitud. En ese aspecto poco y nada se avanzó, tal como lo expresan en cada oportunidad quienes encabezan el pedido de justicia.
Lo cierto es que ningún fallo aplacará el dolor por las personas que ya no están, pero quizás sí pueda tomarse la enseñanza para buscar el modo de estar más preparados si -Dios no lo permita- algo similar vuelve a suceder.
El dolor no prescribe, pero es necesario levantarse y continuar. En ese sentido es admirable y ejemplar la fortaleza de pueblos como El Rodeo y Siján, que lograron ponerse de pie nuevamente.
Muchos se preguntaban luego de la tragedia si El Rodeo podría recuperar su imagen como uno de los puntos turísticos más atractivos del norte argentino. Y hoy brilla con su esplendor de siempre.
Siján se reconstruyó en todo el sector afectado, y su gente demostró que pudo seguir adelante.
La tragedia del alud quedará tristemente en la historia, y ningún catamarqueño podrá borrarla de su memoria.
Pero cuando recordemos tan doloroso hecho, sepamos también que Catamarca fue solidaria con las víctimas, y juntos logramos superar horas terribles para volver a levantarnos.
Aprender unidos del dolor más profundo, es lo único que nos permite crecer consumado el desastre, y la única alternativa que nos queda como comunidad después de haber padecido semejante golpe.