Definitivamente, como previmos, Luis Barrionuevo ha abandonado la campaña que tenía como objetivo excluyente volver al Congreso en calidad de diputado nacional. Prometió recorrer cada metro cuadrado de la provincia, pero sus acciones políticas, desde las PASO hasta aquí, se limitaron a esporádicas visitas a la Capital para hace declaraciones en dos programas locales, uno el que conduce Adriana Ana y otro de la mañana de radio Valle Viejo. Allí, sin que nadie le repregunte, promete logros y, al voleo, critica tanto al peronismo como al radicalismo, aparte de apuntar a imprecisos hechos de corrupción. Con esta forma tan particular de funcionar, la otrora esperanza de los catamarqueños –en el 2003 no fue gobernador porque lo proscribieron- comienza a despedirse de lo que fue hacer política en serio. Lo suyo no llega ni a una puesta en escena.

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Lo más grave de Barrionuevo es que muchas personas, incluidas las que lo votaron en agosto, quedaron a la deriva con candidaturas que, en diversos puntos del interior, necesitaban insumos proselitistas y que el líder los apuntalara con su presencia. No sería de extrañar, entonces, que la magra cosecha de la primaria torne a disminuir dentro de dos domingos.

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De la fanfarria que iba a ser gobernador o le discutiría la conducción del PJ a Corpacci, “Luisito” pasó a anotarse como candidato a diputado nacional por cuenta propia, al ser rechazada su petición de ser incluido en el Frente de Todos  como segundo postulante, detrás de la gobernadora. No solamente le dijeron no, sino que pusieron en el lugar apetecido a Marcelo Rivera, “una astilla del palo barrionuevista”. El jueves pasado, triste y resignado, el gastronómico lanzó una proclama que excede a su persona. Señaló que en octubre trabajarán para colocar una candidata en la Cámara de Diputados de la provincia –sería la doctora Marina Laura Andrada, que sacó 10.000 votos en la primaria- y con ella pelear la presidencia del cuerpo. De su postulación a legislador nacional ni hablar. Digamos que “tiró la toalla”.