Editorial

Brian

jueves, 31 de octubre de 2019 00:52
jueves, 31 de octubre de 2019 00:52

Brian Gallo es un muchacho humilde, morocho, que el último domingo, durante las elecciones nacionales, cumplió funciones como presidente de mesa en una escuela de la localidad bonaerense de Moreno.


Fue a desarrollar su tarea cívica como autoridad de mesa con una gorrita, un hecho de aparencia instrascendente, pero en el cual intervino la arrolladora presencia de las redes sociales y los mensajes anónimos que se viralizan en cuestión de segundos en todo el país.


Alguien le sacó una foto a Brian, y la difundió con la leyenda: “Si votás en Moreno no lleves cosas de valor”. De inmediato el mensaje se multiplicó, con más frases groseras como “Votá porque te robo” o “Dame tu DNI y tu celular”, y otras leyendas discriminadoras, agraviantes e hirientes. La familia del joven se sintió dolida por tanto ataque gratuito y sin motivo, y el hecho, uno más entre los tantos que reflejan odio en el país, alcanzó una dimensión insospechada.


Ayer, el presidente electo, Alberto Fernández, no sólo recibió a Brian en privado y compartió con él dos horas de reunión, sino que le sacó la gorra y se la puso él mismo para las fotos: “para que todos entiendan como es la historia, la gorra no cambia nada”.


El presidente electo ya se había expresado en su cuenta de la red social Twitter: “El país que se viene va a dejar atrás los prejuicios y la discriminación. Todos somos Brian”.


El episodio deja sabores encontrados. Por una parte duele que agredan a un chico porque sí, por su color de piel y su apariencia, por su origen. Eso es desalentador.


Pero al mismo tiempo, observar la respuesta que ese ataque generó, las miles de reacciones populares para defenderlo y hasta la postura del próximo presidente, siembran la esperanza de que estas actitudes puedan quedar atrás para siempre.

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