Las enfermeras y enfermeros celebran hoy su día, y es buena ocasión para brindar por quienes dedican su vida a una labor tan difícil y nunca suficientemente reconocida.

De contacto directo y permanente con pacientes y familiares, los enfermeros necesitan no sólo el conocimiento para asistir a quien requiere un servicio, sino también -y quizás fundamentalmente- amor y paciencia para ayudar y contener a sus semejantes en los momentos de mayor vulnerabilidad.

La fiesta de hoy es de alcance nacional, porque en el resto del mundo el día internacional de los enfermeros es el 12 de mayo.
Nuestra conmemoración se remonta a 1935, cuando se fundó la Federación de Asociaciones de Profesionales Católicas de Enfermería, cuya patrona es la Virgen de los Remedios. Como la festividad religiosa se celebra también los 21 de noviembre, se instauró este día.

Una enfermera o enfermero es un profesional de la salud al servicio de la comunidad, capacitado para prestar servicios en la prevención de las enfermedades, promoción, protección, y recuperación de la salud, así como en la rehabilitación ya sea individual, familiar y comunitaria.

Altruista y solidario por naturaleza, el trabajo de enfermería es un pilar insustituible en el área de la salud.
El trabajo de estos profesionales se sistematizó a partir de Florence Nightingale, considerada “fundadora” de la enfermería moderna. Ella atendía soldados heridos en la guerra de Crimea, y descubrió que en las tropas que asistía, de cada diez militares muertos, sólo uno perdía la vida como consecuencia del combate, y 9 fallecían por infecciones. Así sentó las bases para las normas de bioseguridad, medidas que salvarían millones de vidas.

Su nombre quedó en la historia, pero los méritos humanos son compartidos por miles y miles que anónimamente realizan el mismo trabajo cada día.