Editorial

Orgullo primate

domingo, 24 de noviembre de 2019 00:32
domingo, 24 de noviembre de 2019 00:32

Desde el año 2010 se viene conmemorando en latinoamérica cada 24 de noviembre como el Día del Orgullo Primate. La razón de haber elegido ese día es por ocurrieron dos hechos importantes para validar la teoría de la evolución, que no es aceptada por los religiosos ni los creacionistas. 


En otros países, esta misma celebración se conoce como Día de la Evolución.
Ocurrió que el 24 de noviembre de 1859 se publicó el libro de Charles Darwin “El Origen de las especies”, y esa misma fecha, pero en 1974, fue el descubrimiento en Etiopía, de Lucy, una Australopithecus afarensis adulta de 3.2 millones de años de antigüedad.
Dado que esta conmemoración contradice dogmas religiosos que dicen que los humanos fuimos creados por Dios, un ser sobrenatural omnipotente, muchos líderes religiosos se han dedicado a ridiculizar la idea de “descender de un mono”, y se han esforzado por infravalorar y tergiversar el conocimiento que se ha obtenido a partir del registro fósil, valiéndose del analfabetismo científico y fomentándolo.


Por ese eterno debate, muchos destacan la importancia de reivindicar la ciencia, y dedican este día para que los biólogos y paleontólogos puedan llamar la atención sobre nuestros orígenes, sobre el esfuerzo científico para conocer nuestro lugar en la naturaleza, y para denunciar la pseudociencia creacionista.


“Nos sentimos orgullosos de ser miembros del orden de los primates. La inclusión en el grupo de los primates no es solo un aspecto taxonómico sino que revela también el parentesco evolutivo que tenemos con los demás primates. No nos avergüenza nuestro origen evolutivo”, sostienen.


En realidad, ciencia y religión no tienen por qué enfrentarse, y se puede respetar y congeniar aspectos de diferetes creencias.

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Comentarios

24/11/2019 | 09:18
#149006
“A los monos hay que darles banana. Se les quiso dar educación y cultura. Se les quiso dar futuro. Se les quiso dar pavimento y cloaca. Se les intentó explicar que eran libres. Se les intentó convencer de que pueden esforzarse y aspirar a algo más. Pero no, el mono sólo quiere bananas, porque se queda adentro de la jaula, cómodo y haciendo caca en una zanja”. Enseñándole a sus hijos como comerse los piojos, tal como le enseñó su abuelo a él. El mono grita y canta como en la selva. Se cree libre, pero está preso… y contento porque le alcanza para bananas”

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