Editorial

Facundo

sábado, 16 de febrero de 2019 00:00
sábado, 16 de febrero de 2019 00:00

Se decía de él que nunca dormía, que tenía un caballo mágico que lo ayudaba en las batallas, y mil leyendas más. Luego de luchar en las campañas libertadoras junto a San Martín, Juan Facundo Quiroga se convirtió en una de las figuras más importantes del país.


Caudillo recio y decidido, sin ostentar un cargo formal, fue de hecho quien ejercía como “gobernador”. Facundo dominaba las provincias de La Rioja, San Juan, Catamarca, Tucumán, San Luis, Mendoza, Salta y Jujuy.
Armó un ejército con presos y vagabundos, y peleó en decenas de batallas hasta transformarse en un ícono de la lucha por el federalismo.


Mereció un calumnioso libro de Domingo Faustino Sarmiento, aquel que comienza con la advertencia literaria del prócer: “terrible sombra de Facundo, voy a evocarte...”.


Facundo fue un compañero de lucha del catamarqueño Felipe Varela, con quien compartió la bravura en las horas triunfales y en sus desdichados finales.


Quiroga sucumbió una y otra vez con la que sería su gran obsesión: Córdoba. 


Nunca pudo controlar ese territorio, hostil y complejo, y el 16 de febrero de 1835 terminó asesinado en Barranca Yaco por un mercenario, Santos Pérez, que lo sorprendió a mitad de camino en un viaje.
La historia la escriben los que ganan, y Facundo, como Felipe, fueron instalados por los relatores de las décadas posteriores como exponentes de la barbarie.


Pero lo que aquellos bárbaros reclamaban, en realidad, era la distribución equitativa de los ingresos del puerto, y una mirada de país distinta a la concentración económica que defendían los unitarios.
En un nuevo aniversario de la muerte de Facundo, destruido por un balazo certero que le atravesó el ojo antes de que pudiera reaccionar, se hace imprescindible reivindicar su lucha.


Porque las desigualdades que veían aquellos hombres, se siguen padeciendo en esta Argentina modelo 2019, donde grandes grupos de poder siguen sometiendo pueblos “bárbaros”, en nombre de una civilización que menosprecia ideales  comunes, para privilegiar los intereses de mercados que marcan el ritmo del país a costa de su gente.

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