El reciente cierre de la fábrica de guardapolvos 12 de Octubre, que dejó otras decenas de trabajadores en la calle y más familias sin sustento, es otra expresión del dramático momento que se atraviesa en el país, donde devaluaciones, ajustes, tarifazos y despidos se mezclan en un cóctel devastador para los asalariados.

La dirigencia política catamarqueña, a través de sus exponentes más visibles, ha considerado oportuno expresarse sobre la situación, con visiones que varían de acuerdo con la identificación partidaria de quien analice.

De este modo, se reiteran insípidas discusiones, de una pobreza alarmante, donde la preocupación de cada comentarista se concentra en el previsible esfuerzo por responsabilizar por la debacle a sus adversarios de turno.

En pocas palabras, unos señalan a las políticas impuestas por Mauricio Macri como causa de todos los males, y los otros explican que los problemas responden a políticas locales.

Esa es la piedra basal de interminables declaraciones y pronunciamientos que muestran distintos voceros pero no cambian de su eje argumental.

Se trata de una situación que algo dice de la coyuntura provincial y nacional, pero mucho más de la clase dirigente, que no acierta a entender que las urgencias y angustias de los catamarqueños marchan por otro carril muy distante del que ellos transitan.

Lo que se requiere de manera impostergable son soluciones, propuestas, alternativas, oportunidades para salir de la crisis, para generar empleo, para sobrevivir en las economías hogareñas.

El enfoque del debate que se impone está errado, y quienes ejercen o aspiran a ejercer la representación de sus comprovincianos, deberían comenzar a percibir mejor las inquietudes de la comunidad.

Seguramente no pasan por saber qué rédito partidario se puede obtener de cada fábrica que se cierra.