Tanguito

domingo, 19 de mayo de 2019 00:05
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Tanguito es un caso extraño. Se volvió una figura de popularidad masiva 21 años después de su muerte, acontecida un día como hoy, en el otoño de 1972. Pero lo que llegó de su historia y su leyenda, gracias al film Tango Feroz, megaéxito en la Argentina y en varios países hispanoparlantes en 1993, fueron apenas retazos de su vida agitada, turbulenta, algunas veces hermosa pero también triste y terriblemente dramática.

La vida del verdadero Tanguito, la del negrito José Alberto Iglesias de Caseros, no fue nada fácil. Y de ese duro paso de apenas 26 años y unos meses por el mundo, quedó el mito que sobrevivió al paso del tiempo.

Pero por qué se instaló tan firmemente su figura en el inconsciente colectivo, es un misterio que seguramente nunca se podrá develar. Lo que sí puede hacerse, en todo caso, es una recorrida por su vida para hacer un intento de desentrañar qué misterios se conjugaron para crear una leyenda como pocas otras tiene el rock argentino.

En esta instancia aparecen datos por lo menos llamativos. Por ejemplo, que los hechos más trascendentes de su vida artística, que fueron finalmente los que lo hicieron perdurar, acontecieron en un lapso de menos de un año y medio.

De diciembre de 1966 a abril de 1968 soplaron vientos a favor para su figura de morocho suburbial: en ese tiempo participó de un espectáculo en cierta forma antológico junto a varios de sus amigos músicos de La Cueva, compuso “La Balsa” con Litto Nebbia, vio cómo ese tema fue grabado y poco después se convirtió en un éxito de proporciones, ganó un buen dinero como autor, tuvo un papel protagónico en la irrupción en la ciudad de los hippies, actuó en la televisión y consiguió grabar como solista y con producción por única vez en su vida. Todo, en solo 15 meses. Entonces está claro que la gran incógnita de esta historia es cómo quedó tanto de tan poco.

A mediados de 1968, Tanguito tomó contacto con las jeringas y las anfetaminas inyectables. Hasta ese momento solo había probado pastillas para no dormir y ocasionalmente marihuana. A esa altura de su vida, había cambiado sus amistades. Fue el principio del fin. Cayó preso varias veces, vagabundeaba y lo llevaron a un psiquiátrico en el que fue sometido a tratamientos con electroshocks.

Una madrugada se escapó con la idea de volver a su casa y un tren lo atropelló. Ningún diario publicó la noticia de su muerte. Nadie supo que nacía una leyenda.
 

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