La frase de incredulidad se escuchó de boca de una persona muy joven, en pleno centro catamarqueño, cuando promediaba la tarde del domingo: “Me horroriza esto. Entiendo que se pueda cortar la luz en una ciudad, incluso en una provincia. ¿Pero en todo el país? Es una locura”.

Se refería, huelga decirlo, al apagón que, por primera vez en la historia argentina, dejó al país completamente a oscuras. Una noticia que fue mundial.

Los que tienen algunos años recordarán el corte de una línea eléctrica que alimenta a San Fernando del Valle, al incio de la década del ‘90, que generó una interrupción en el servicio que duró varios días porque para repararlo había que sortear una complicada geografía.

Ese episodio, sin embargo, es ínfimo -aún cuando fue prolongado- en comparación con lo que sucedió en pleno Día del Padre: la Argentina entera careció de una prestación básica, mientras la falla local provocó inconvenientes también en Uruguay y el sur de Brasil. Tal la magnitud del acontecimiento.

Además de las millonarias pérdidas económicas por el apagón y de problemas puntuales y graves como los que tuvieron los pacientes eletrodependientes -es decir, que dependen de un suministro constante de energía para vivir-, reinó la incertidumbre en la mayoría de la población. Por un lado, porque el gobierno no pudo precisar cuál fue el origen de la falla. Por el otro, porque nunca se había producido un evento que significara el colapso total del sistema de distribución.

Por supuesto, no faltaron los cuestionamientos con tinte político, en plena campaña electoral, ni los indisimulables intentos del conglomerado de medios oficialistas por minimizar las responsabilidades gubernamentales por semejante catástrofe, encima durante una gestión que vía tarifazos permanentes transfirió enormes recursos financieros a todos los actores del mercado eléctrico nacional.

Queda la promesa del presidente en pleno caos por la falta de luz, quien aseguró que habrá una investigación “a fondo” cuyos resultados recién estarían disponible en dos semanas.

La precariedad a la que estuvo expuesta toda la nación exige que se dilucide qué pasó realmente y se articulen los mecanismos para evitar que hechos de vulnerabilidad extrema como los del domingo se vuelvan a repetir.