No hace tanto, en esta columna editorial se pregonaba la importancia de incorporar cada vez más contenidos sobre hábitos saludables en las escuelas, ámbitos privilegiados de formación en nuestra cultura.

Se hablaba de la necesidad de fomentar kioscos que ofrezcan licuados, jugos, frutas y snacks de cereales en lugar de las clásicas -y cada vez más caras- golosinas; de ampliar los planes deportivos para sumar nuevas disciplinas, o de complejizar las propuestas pedagógicas con contenidos transversales sobre seguridad vial, salud sexual, cuidado del cuerpo y prevención del consumo problemático de sustancias, entre otros. Es decir: todo lo que pueda sumar desde la prevención al bienestar general y al desarrollo armónico de niños, niñas y adolescentes.

Pero es menester que se atiendan otras cuestiones de raíz más social y cultural que pueden ser abordadas más eficazmente en la institución educativa, como la violencia contra las mujeres, el suicidio y el bullying, entre las problemáticas más frecuentes que no solamente tocan a chicos y chicas. Y hasta proveerles, con la participación de otras entidades estatales especializadas, contenidos sobre Resucitación Cardiopulmonar (RCP) o atención básica de emergencia, lo que podría hacer la diferencia entre la vida y la muerte en situaciones excepcionales.

De lo que se trata, en definitiva, es aprovechar el espacio y las horas dedicadas a la escuela para formar ciudadanos más conscientes, que logren desarrollar estrategias para minimizar riesgos de salud y optimizar sus rendimientos físicos e intelectuales.

Estas experiencias podrían replicarse sin problemas, salvando las diferencias obvias, en los lugares de trabajo, en especial si se trata de la Administración Pública: allí también pueden ponerse en práctica pausas “activas” para hacer menos sedentaria la rutina, impulsar cambios de hábitos en la alimentación -modificando lo que se consume durante la jornada laboral-, o propiciando cada tanto controles de presión arterial y colocación de vacunas, entre las acciones que serían fácilmente desplegables.

Proyectos de ley que se están analizando en la cámara de Diputados -para cursos de RCP y de alimentación saludable- pueden contribuir a que instituciones de distinto tipo sean, también, ámbitos de promoción de la salud.