Penicilina

sábado, 29 de junio de 2019 00:31
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La historia cuenta que en el año 1928 el científico Alexander Fleming estudiaba las mutaciones de determinadas colonias en el St. Mary’s Hospital de Londres.

Se fue de vacaciones y olvidó sobre su mesa de trabajo una placa de cultivo con bacterias. A su regreso, comprobó que el cultivo se había contaminado con un microorganismo procedente del ambiente, esporas de un hongo que luego identificaría como Penicilium notatum.

Fleming notó que en las zonas de cultivo en contacto con el hongo las bacterias habían sido destruidas. Se había producido la lisis de las células microbianas alrededor del hongo.

A partir de esta observación, dedujo que el hongo debía producir una sustancia de acción “antibiótica”, es decir un producto que desarrollaba un mecanismo de defensa frente a microorganismos invasores y que permitía destruir a las bacterias que estaban creciendo y multiplicándose.

Sin haber podido aislar el producto ni conocer su estructura, en honor del organismo que lo producía (hongo Penicilium) lo denominó penicilina.

Alentado por el descubrimiento accidental, se empeñó en continuar con los trabajos, pero se encontró con grandes dificultades a la hora de aislar el agente activo.

El científico británico descubría así, sin proponérselo, el poder bactericida de este moho y no se imaginaba en ese momento que esa casualidad se convertiría en un remedio universal contra muchas enfermedades microbianas.

El 29 de junio de 1929 publicó su observación en la revista Bristish Journal of Experimental Pathology  la cual tituló  “Sobre la acción antibacteriana de los cultivos de un penicilium con referencia especial a su empleo en el aislamiento del B. influenzae”. 

Tuvieron que pasar más de diez años para poder producir un extracto concentrado de penicilina, pero desde entonces el mundo cambió para siempre.

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