Cuando todavía resuenan los ecos de una Fiesta del Poncho que, con sus más y menos, fue evaluada positivamente, la edición de este año arrojó novedades en cuanto a la participación del turismo foráneo. Casi todos los días se pudo ver a varios colectivos de tours apostados en las inmediaciones del Predio Ferial, en la plaza 25 de Mayo, recorriendo La Gruta y otros lugares de interés de la Capital.

Si se tiene en cuenta que durante la semana y yapa del Poncho, la Capital Federal -de donde provienen muchos de los visitantes- aún no había salido de vacaciones, es notorio que hubo un incremento más que relevante en el flujo regional de turistas.

Lejos todavía de cifras como las que pueden ostentar en lugares como Salta o Tucumán, en donde mucha afluencia es de extranjeros, Catamarca viene mejorando sus números en este rubro y de a poco comienza a instalarse en el mercado del NOA.

Claro que los resultados fueron disímiles. Si destinos como Fiambalá, Antofagasta de la Sierra o Belén son cada vez más demandados por viajeros a quienes les gusta la combinación de historia, cultura, gastronomía típica y paisajes, el desafío pasaba por cómo lograr que elijan, al menos un par de jornadas de sus periplos, a la capital catamarqueña.

Las estrategias de promoción comienzan a modificar el panorama y a romper la inercia previa, y es justamente por eso que quedaron manifiestas falencias que se arrastran desde hace tiempo. Por ejemplo, algunos días los restaurantes del centro se vieron sobrepasados en sus posibilidades de cubrir la alta demanda, cuando es obvio que debían reforzar tanto el stock de comida como de personal para la atención de las mesas.

Igual sucede con la falta crónica de lugares de esparcimiento o de propuestas culturales que excedan el despliegue coyuntural que representa el Poncho. Varios alojamientos, además, deben mejorar instalaciones y su staff ser capacitado en las últimas tendencias en la atención al viajero.

Catamarca puede sumarse mejor al despegue regional en materia turística, para lo cual actores estatales y privados deben consensuar un plan de desarrollo que atienda las necesidades, fortalezca las potencialidades y, de paso, colabore en la definición de una oferta que nos distinga en el concierto del Noroeste.