Borges

sábado, 24 de agosto de 2019 00:08
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Hace 120 años nacía quien posiblemente sea el más grande escritor argentino de todos los tiempos: Jorge Luis Borges.
Podrá discutirse su talento junto con otros prodigios de la literatura nacional, como Leopoldo Lugones, Domingo Sarmiento, Leopoldo Marechal y tantos otros, pero Borges es sin duda el escritor argentino con mayor proyección universal.

Se hace prácticamente imposible pensar la literatura del siglo XX sin su presencia, y así lo han reconocido no sólo la crítica especializada, sino también las sucesivas generaciones de escritores, que vuelven con insistencia sobre sus páginas como si éstas fueran canteras inextinguibles del arte de escribir.

Borges fue el creador de una cosmovisión muy singular, sostenida sobre un original modo de entender conceptos como los de tiempo, espacio, destino o realidad. 

Sus narraciones y ensayos se nutren de complejas simbologías y de una poderosa erudición, producto de su frecuentación de las diversas literaturas europeas, en especial la anglosajona (William Shakespeare, Thomas De Quincey, Rudyard Kipling o Joseph Conrad son referencias permanentes en su obra), además de su conocimiento de la Biblia, la Cábala judía, las primigenias literaturas europeas, la literatura clásica y la filosofía. 

Su riguroso formalismo, que se constata en la ordenada y precisa construcción de sus ficciones, le permitió combinar esa gran variedad de elementos sin que ninguno de ellos desentonara.
Es una figura tan apasionante de la cultura y el conocimiento, que genera tristeza cuando se lo utiliza como referente de cuestiones nimias, como sus opiniones políticas.

La rutinaria y opaca vida cotidiana de Borges, es inversamente proporional al deslumbrante mundo de sus pensamientos y al complejo universo de su imaginación, donde encontró el equilibrio exacto entre la magia y el caudal admirable de su propio saber.

En tiempos de redes sociales y videojuegos, es responsabilidad de los mayores lograr que las próximas generaciones lo sigan leyendo.
Sería un auténtico pecado que los chicos se priven de abrir ese inigualable baúl lleno de laberintos, tigres y espejos que son sus libros.

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