Queso, chocolate y aceite

domingo, 25 de agosto de 2019 01:05
domingo, 25 de agosto de 2019 01:05

Prácticamente todos los días aparecen noticias que causan dolor y estupor, indignación y bronca, pero aunque la vara imaginaria que hay que superar para generar sorpresa está cada vez más alta, siempre surge un caso con suficiente brutalidad como para volver a preguntarnos en qué país vivimos.

Desde San Telmo, uno de los más tradicionales barrios porteños, se informó que un hombre fue asesinado a golpes tras haber cometido, aparentemente, un delito.
Pero a medida que se difundieron más detalles del hecho, la figura del “delincuente” se desvaneció, para ser reemplazada por la imagen de una víctima.

El gran delito que le valió la pena capital sin juicio previo, fue cometido por un anciano de 70 años, con demencia senil, que ingresó al local de una gran cadena de supermercados y salió sin pagar, llevándose un trozo de queso, aceite y chocolates.
Implacables, supuestos guardias de seguridad lo atraparon de inmediato, y tras quitarle la mercadería le propinaron una salvaje paliza, dejándolo muerto en la misma vereda. Es una reacción inconcebible, uso abusivo, innecesario e injustificado de la fuerza bruta. Una actitud inhumana que desconoce cualquier criterio básico de convivencia, por no mencionar las leyes más elementales.

Lamentablemente la violencia irracional forma parte de la realidad cotidiana, pero cuando viene gratuitamente de parte de quienes tienen la tarea de proteger, es imperdonable. “Ustedes le pegan así a la gente por robar comida y les pegan porque no saben lo que es tener hambre”, gritó un testigo del crimen.

En mayor o menor medida, el castigo desproporcionado siempre aparece a la velocidad de la luz para quienes cometen inconductas de este tipo. Para los grandes delincuentes, los ladrones de guante blano, siempre hay benevolencia y comprensión.

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