Apuntes del Secretario

martes, 6 de agosto de 2019 01:23
martes, 6 de agosto de 2019 01:23

Hace tres o cuatro meses, dentro de lo que fue Cambiemos, se planteó como necesidad imperiosa que Mauricio Macri declinara su reelección y permitiera refrescar la alianza que había triunfado en noviembre de 2015. Se lo pidieron, hasta con tono de súplica, los integrantes de la cúpula nacional del radicalismo y, en la misma dirección, se expresaron gobernadores afines como Alfredo Cornejo (Mendoza), Gustavo Valdez (Corrientes) y Gerardo Morales (Jujuy), que le aseguraron el triunfo a nivel provincial, pero al mismo tiempo le comunicaron sus dudas para el concierto nacional. El motivo no era otro que la abrupta caída de imagen que sufría Mauricio desde diciembre de 2017, cuando se animó a golpear a los jubilados con el cambio de fórmula que actualizaba sus haberes –aquella ley fue el disfraz utilizado para rebajar el poder adquisitivo de los salarios-, lo que agravó con los tarifazos que siguieron en 2018 y la terrible devaluación del mismo año, la que hizo añicos los salarios de todos los argentinos. A pesar de las evidencias, el Jefe de Estado mantuvo su postura de reelegir. Ni siquiera aceptó discutir la precandidatura en una primaria. Aquellas advertencias, o las consecuencias de aferrarse a continuar en la cima del poder, hoy parecen darle la razón a quienes proponían un cambio dentro de lo que llaman “el cambio”.

Como la cuestión de la imagen y su correlato electoral no variaron, o variaron muy poco, en la provincia de Buenos Aires los seguidores de María Eugenia Vidal –mantiene una lucha titánica con Axel Kicillof- reparten los votos desde la semana pasada “escondiendo a Macri”. Lo hacen con el doblado de la sábana de papel, lo que permite poner en primer plano a la gobernadora. Para descubrir la fórmula presidencial hace falta desplegar todo el espinel de precandidatos. Por supuesto, los peronistas –caso Sergio Massa- aprovecharon la contingencia para salir a proclamar que ni los seguidores más cercanos de Macri –sus propios precandidatos- pueden hacer campaña con él. Más claro. En ese distrito, el más importante del país, María Eugenia debe levantar la performance de su jefe y, al mismo tiempo, puede perder la gobernación porque no cuenta con impulsos adicionales que la levanten a ella. No vaya a ser cosa que la propia mandataria termine recriminando a su jefe no haberla dejado desdoblar los comicios, tal como lo hicieron más de 15 provincias.

Esto de ocultar a la figura central de “Juntos por el Cambio” se repite en varias provincias, entre ellas Catamarca. Así es como los militantes locales distribuyen los votos de la Capital colocando en primer plano al precandidato a intendente, Flavio Fama. Lo hacen con el mismo doblado bonaerense, que se replica en la mayoría de los departamentos del Valle Central. La táctica, en realidad, puede tener un efecto relativo. Es que en el cuarto oscuro todas las planchas de votación están desplegadas y allí, invariablemente, el elector verá que en el extremo izquierdo del oficialismo nacional están los integrantes de la fórmula presidencial (Macri-Pichetto) y, en consecuencia, resolverán de acuerdo a sus sentimientos. En cuanto al corte de boletas es un verdadero misterio saber qué porcentajes alcanzará, tanto en Catamarca como en el resto del país. Pero está expuesto, claramente, que habrá un “voto antimacrista” y otro “antikirchnerista”.

Lo dijimos mucho antes que comenzara la campaña, cuando todavía la alianza se llamaba “Cambiemos”. El discurso local iba a dejar de lado las acciones nacionales, que fueron prácticamente nulas en el territorio, para denunciar hechos de corrupción del gobierno de Lucía Corpacci. No a ella, pero si a sus funcionarios. Desde ese punto de vista, la diputada Juana Fernández “devolvió gentilezas” a las acusaciones peronistas, como la del intendente Guillermo Ferreyra (Fray Mamerto Esquiú), quien indicó que, por la imagen negativa, se esconde la figura de Macri. Para ella se esconde a Rubén Dusso, el precandidato a vicegobernador. La estrategia forma parte de los cargos, enteramente mediáticos, que colocaron al ministro de Obras Públicas frente a situaciones que la Justicia falló a su favor y lo libró de toda responsabilidad. Primero fue por las cloacas de Valle Viejo y Fray Mamerto, en la que se determinó la ausencia de delito, y después el pago de coimas de los empresarios que, de plano, resultó descartado por la Justicia Federal y los propios constructores. Por último, en cuanto a los dichos de la diputada Fernández, no se notó en momento alguno que se haya pretendido sacar de la campaña al ministro. Por el contrario, junto a Raúl Jalil, participó de todos y cada uno de los actos de Capital y el interior. En síntesis, parece que en campaña vale todo. Hasta que Lobo Vergara pida subsidios provinciales para bancarse el aumento de las tarifas de servicios públicos dispuesto por el gobierno nacional.

El paso de Raúl Jalil por la ciudad de Santa María no pasó desapercibido. En un reportaje realizado por Pucará, reconocido medio de prensa de los valles calchaquíes, el aspirante a la gobernación exhumó dos proyectos que tienen amplios respaldos ciudadanos y, por puro capricho, no avanzaron en las gestiones de Lucía Corpacci. Uno de ellos es la reforma de la Constitución y el otro, tras superar los escollos judiciales y determinar las responsabilidades de la empresa Capdevila, sería habilitar el estadio Bicentenario. Sobre éste último, por cierto, habrá que pensar para qué puede servir, toda vez que el fútbol local no necesita de un coloso de estas dimensiones, pero podría servir para sacar a la Liga Catamarqueña del conglomerado urbano donde se ubica y utilizarlo también para la promoción de grandes espectáculos. Independiente de las cuestiones puntuales, Jalil imagina obras emblemáticas y apuntó la mirada hacia la construcción de diques y un emprendimiento que lleva una postergación superior a un siglo: unir los departamentos Capayán y Pomán por una ruta que parta de la localidad de Concepción. Todas buenas ideas que sueña con poner en práctica, pero primero deberá ganar las elecciones y esperar la coincidencia de algunos resultados a nivel nacional.

En relación a esto último, Jalil confía en las acciones conjuntas que puedan llevar adelante Lucía Corpacci –ocupará una banca en el Congreso- y Alberto Fernández, gran candidato para él a suceder a Macri en el Sillón de Rivadavia. Al mismo tiempo, hay que decir que el precandidato local del Frente de Todos mantiene fluida relación y contactos con Fernández, quien le responde por cualquier sugerencia que pueda partir de Catamarca.

Mañana, miércoles, si no surge alguna variante de último momento, volverá a Catamarca el dirigente gastronómico José Luis Barrionuevo, impulsor de la precandidatura presidencial del economista Roberto Lavagna y, a su vez, precandidato a diputado nacional por nuestra provincia. El hecho que no haya realizado campaña alguna –la última vez que visitó la provincia fue mucho antes del 22 de junio, cuando se produjo el cierre de las listas-, torna quimérica su chance de volver al Congreso de la Nación. Para que ello ocurra debería vencer nada menos que a Lucía Corpacci (su imagen la convirtió en la dirigente con mayor intención de voto en todo el territorio) y a Rubén Manzi, o al menos a éste último. Por lo tanto, la última visita de Barrionuevo antes de las PASO solo servirá de anécdota. Será para largar algunas frases sueltas y sin consecuencias o hacer la foto de circunstancia. Con eso solo, probablemente, expresaría su apoyo a la precandidatura capitalina de su sobrino, Maximiliano Mascheroni, cuyos votos van a ir en detrimento de Gustavo Saadi y Raúl Jalil, a quienes dijo apoyar en los últimos dos años. Sobre la hora, porque no le aceptaron dos o tres nominaciones en la lista oficialista, cambió de parecer. Al show barrionuevista de esta semana, se sumaría un espectáculo artístico en cercanías del parque Adán Quiroga, con la actuación excluyente de una artista nacional.

RECUERDOS.

Como lo hacemos habitualmente, reservamos el final de los “Apuntes” para comentar los acontecimientos del pasado.

En agosto de 1994, durante el segundo gobierno de Arnoldo Castillo (el primero fue en período de facto), se discutía continuamente la influencia que ejercía en la toma de decisiones su hijo Oscar. En ese marco, salía a aclarar sobre la situación económica de la provincia y relevaba de culpas al hoy senador nacional. “Mi hijo es totalmente independiente de mí”, señalaba, y agregaba “al déficit lo provoqué yo al aumentar los sueldos de los empleados de 90 a 250 pesos”. Por cierto, pocos le creyeron a ese viejo zorro de la política que fue don Arnoldo. Su hijo, que ejercía como diputado nacional, era pieza fundamental de aquel gobierno, al punto que llegó a montar una oficina en la propia Casa de Gobierno. Con el paso de los años y el debilitamiento de la salud del exgobernador, no se movía una rama del tronco gubernamental sin el conocimiento de Oscar.

En esa misma época, en la subsecretaría de Desarrollo Rural, se producía el juramento del ingeniero forestal Enrique Funk, quien reemplazaba en iguales funciones a Carlos Raúl Gómez Bello.


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