Editorial
Especiales
Hoy se celebra el día del Maestro de Educación Especial en nuestro país, fecha que lamentablemente no tiene la repercusión social que otros días, quizás más comerciales, pero sin embargo debería jerarquizarse para valorar la tarea que esos docentes desarrollan.
La fecha se institucionalizó los 9 de agosto en virtud de una cuestión simplemente administrativa: fue el día en que se creó la Rama Técnica de Educación Especial, que en la actualidad es una Modalidad, según la Ley de Educación.
Lo cierto es que pocas tareas son tan nobles en nuestra sociedad como la de quienes, a la sublime vocación de enseñar, le añaden el amor, el conocimiento y la sensibilidad necesarias para ayudar a crecer a aquellos alumnos que necesitan quizás una cuota más de atención y comprensión. Se trata de labores cuyo valor no puede medirse desde una retribución económica, ni desde el reconocimiento externo, que rara vez llega.
Los docentes especiales saben que la mayor satisfacción que les espera es ser partícipes de haber propiciado en otras personas progresos que se creían imposibles.
Catamarca avanzó muchísimo en educación especial. Las nuevas instalaciones de la Escuela Para Ciegos son una prueba tangible. El nuevo edificio de la Escuela Especial de Oficios y la remodelación de la Escuela Especial 31 suman más ejemplos.
Pero más allá de las infraestructuras, que son esenciales, los avances más importantes se definen por los progresos pedagógicos, por la valoración de las tareas integradoras y el descubrimiento de cuánto pueden crecer aquellos que algunas décadas atrás eran marginados por una comunidad ignorante en la materia. Ninguno de estos logros llegó por generación espontánea. Para dar cada paso adelante debieron transcurrir años de luchas, de estudios y de gestiones. Y cada paso que se avanza vale la pena.