A Dios rogando...
Cada 7 de septiembre se conmemora en Catamarca el Día del Milagro, como se sabe, por el fuerte sismo del año 2004, que no dejó víctimas fatales pese a su intensidad y duración.
Más allá de los cuestionamientos que generó la implementación de ese día (¿corresponde a una Legislatura resolver si existió un milagro?) y a las explicaciones científicas sobre el impacto del sismo, no está mal la intención de agradecer a la Virgen del Valle por la protección recibida: un gesto válido para los creyentes.
Es extraño que una cuestión de este tenor haya desembocado en el Boletín Ofical, pero detalles al margen, bien puede citarse el viejo refrán español que sugiere: “A Dios rezando y con el mazo dando”.
Esto significa que sin cuestionar el valor de encomendarse a lo divino en determinadas situaciones, es importante también hacer la parte que nos toca. Y quizás Catamarca no haya avanzado mucho en ese aspecto.
Quince años pasaron desde el fuerte sismo, pero poco y nada ha cambiado en la vida cotidiana, en la organización y formación de los miles de habitantes de la Capital catamarqueña. Es verdad que hubo algunas charlas y periódicamente se hace algún simulacro, pero nada más. Y resulta insuficiente, ante una verdadera crisis, el ensayo aislado y esporádico.
Los catamarqueños no tenemos cultura sísmica pese a habitar en una zona propensa a los movimientos. Y estamos a años luz de Japón, por ejemplo, un país donde hasta el mínimo detalle se analiza para saber cómo actuar ante un eventual temblor.
Conociendo el tránsito en el microcentro en las horas pico, conociendo la desorganización general cuando salen alumnos de las escuelas, imaginar un sismo en esas condiciones genera bastante inquietud. Sería otra vez un caos, y no se puede vivir esperando sólo milagros.