Cuando se selló el “Pacto de Ipizca”, allá por el mes de julio, el castillismo permitió que el peronismo derogara al Consejo de la Magistratura y aumentara el número de miembros de la Corte de Justicia, a la que se incorporaron el mes pasado Hernán Martel y Fabiana Gómez. Ese mismo pacto incluía dejar con vida, aun malheridos políticamente como quedaron, a José Ricardo Cáceres y Amelia Sesto de Leiva, los veteranísimos jueces que colocó la UCR en la década del 90 y bien le sirvieron para diversos y cuestionados fallos. El gobierno provincial, siguiendo aquel pacto, no tenía que meterse en los entretelones del juicio político y cumplió. No se movió ni un gajo del árbol oficial, pero los legisladores peronistas votaron en masa en contra de la ilegalidad, la que quedó demostrada durante el proceso. Es cierto, le faltaron tres votos para colocar en el banquillo de los acusados a los jueces que, oportunamente, violaron la Constitución por la que juraron hacer cumplir, pero no resignaron las posiciones que defienden desde 2018.
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Las posiciones de la oposición no se detuvieron en cuestiones principistas. No les importó que los jueces, en forma alevosa, eludieran las normas constitucionales. Votaron a sabiendas de trampas y picardías. Por lo tanto, todos sus integrantes son responsables ante la sociedad de la continuidad de dos jueces que seguirán siendo irregulares y no creíbles a la hora de fallar. Por ello llamó la atención que quienes numéricamente perdieron la votación -24 a 17- terminaran festejando. Antes habían escuchado de boca de los peronistas hablar precisamente de triunfo pírrico, por aquel rey -Pirro- que ganó una batalla a los romanos a costa de miles de soldados muertos. Cuando debió hacer el balance, no dudó en expresar “otra victoria como esta y volveré solo a casa”. La comparación vale para la jornada legislativa de ayer. La oposición solamente puede expresar satisfacción porque votó unida y recibió un extraño apoyo: Hugo Ávila. En más, cumplió a rajatabla los incisos del Pacto de Ipizca.

El Esquiú