No será el 2020 un año que merezca ser tenido en cuenta por sus virtudes. Una terrible pandemia fue y sigue siendo el signo característico de un  tiempo que todos quieren que pase rápido -salvo, claro está, los eternos “pescadores de río revuelto”- y que los argentinos dejemos de hablar de muertos todos los días, como lo hablan en otros idiomas en distintas partes del mundo. Después, está la basura nuestra de cada día, esa que se encargan de desparramar la gran mayoría de los políticos y/o fanáticos seguidores, con escasas excepciones, por cierto. Basura que  huele feo y se exhibe a diario por las redes sociales y todos los medios de comunicación con mensajes cargados de violencia, agresividad, odio y resentimiento. Nada nos une. Todo nos separa. Parece la postal de la desgracia. El país del sálvese quien pueda. ¿Y por Catamarca cómo andamos? Obviamente nuestra provincia no es una isla en ese contexto y le resulta difícil escapar de la gran telaraña que tejieron los mediocres con poder o por los que están cerca de los poderosos. Pero, por suerte, entre nosotros no todo está perdido. Hay buenas acciones que no merecen quedar en el olvido y que, por el contrario, es justo que trasciendan y se valoren en su real medida, “para que crezcan miles, más de un millón”, como dice el gran Víctor en una de sus canciones, la siempre vigente “Ahora, coraje”. Son pequeños gestos que ojalá sean imitados y se multipliquen a lo largo y ancho de nuestra geografía provincial. Porque de esa manera serán más los catamarqueños que puedan vivir dignamente y no pierdan las esperanzas de  una vida mejor. Y en paz. Algo nos está diciendo que tenemos que prestarle más el oído a los hechos positivos y no escuchar el canto de los que desafinan hasta cuando saludan. Por falsos.

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Hace exactamente una semana, en este mismo espacio, comentábamos la injusta situación que estaba viviendo un comprovinciano campeón del mundo en boxeo. Hugo Soto había sido víctima de un robo y destrozos en su gimnasio “12 coronas” y  además reclamaba que hace seis meses que no le pagan una pensión que le otorgó el actual Gobierno (suponemos que este problema ya está solucionado). A los pocos días se conoció que el intendente de la Capital, Gustavo Saadi, visitó a Soto en su casa donde funciona el gimnasio y le hizo entrega de elementos para que pueda seguir trabajando. Feliz, nuestro campeón desistió de la idea de tirar todo al diablo y prometió seguir trabajando en favor de la niñez “gracias a la ayuda del intendente”. “No voy a abandonar”, dijo un campeón que había recuperado toda la fe. Nos apresuramos en destacar la actitud del jefe comunal capitalino, en la esperanza que gestos de esta naturaleza se multipliquen y, pensamos, “crezcan miles, más de un millón”. El propio Saadi expresó: “Le pedí (a Hugo) que no baje los brazos, que siga porque va a contar con la ayuda de todos nosotros”. Final feliz para un episodio que  casi noquea al ex boxeador. Si logró cobrar la pensión, mejor todavía. El otro hecho para resaltar tuvo como escenario el Concejo Deliberante de la Capital. Allí, por iniciativa del concejal  Maximiliano Mascheroni, el cuerpo legislativo municipal le otorgó una distinción a la agrupación solidaria “Llevando Sonrisas” por “su valioso aporte social que realiza a la comunidad a través de distintas campañas solidarias. Merecido reconocimiento para un grupo de hombres y mujeres que trabajan pensando en el bien común y practican el saludable ejercicio de ayudar a los más necesitados con ropa, comida, alimentos, colchones y camas. Sebastián Ortiz, referente de la institución, dijo: “esto es una caricia al alma y nos ayuda a seguir”. No todo está perdido. Hay signos alentadores que nos animan a mirar el mañana con optimismo, a pesar de todo. Que crezcan miles de esos signos, más de un millón. Para que tapen la basura que anda dando vueltas por ahí.