Durante muchos años nos habían instalado  el mensaje político- publicitario de una Catamarca “donde crecen los sueños”. Es más: nos habíamos acostumbrado tanto al eslogan que nos parecía agradable. Y no era para menos, pues el mensaje estaba cargado de expectativas y parecía que el Gobierno lo podía todo. Hasta que era capaz de hacer posible los sueños postergados que durante décadas y décadas teníamos (y tenemos) los catamarqueños. Pero la realidad, ese estado que no deja lugar a otras interpretaciones, nos volvió a despertar y nos quedamos –otra vez- con la amarga sensación de que los sueños eran solamente eso: sueños y  que nos desafían a seguir soñando por un tiempo que no tiene fecha precisa en los calendarios presentes y futuros. Las frases de hace más de medio siglo volvieron a escucharse por parte de los vecinos hartos de estar hartos de reprocharle al progreso por ser tan desconsiderado: “¡Otra vez sopa!”, “A esta película ya la vimos” y la bronca resumida en pocas palabras: “Basta por favor, ¿hasta cuándo?” Es cierto, a esta película ya la vimos y, sin ser del género de terror, la padecimos. Y nos vamos a referir a tiempos que  vivimos y por lo tanto conocimos, para que no salgan los “eternos militantes de la nada” (también eternos pescadores de río revuelto) a defender cuestiones que resultan indefendibles. Hay una gran diferencia de la película vista ayer y la que vemos hoy, aun cuando la línea argumental es la misma. Antes, la odiosa postal era en blanco y negro; en cambio ahora es en colores y se pasea de manera desagradable por todos los estamentos de las redes sociales, recibiendo más insultos que aplausos. Acertó: estamos  hablando de los cortes de  agua  y energía en los barrios.

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Hay que remontarse a nuestra niñez, la adolescencia y parte de nuestra juventud (sin prejuicios y claramente: hace más de 50 años) para recordar que a partir de que le dábamos la bienvenida a la primavera, en el mes de septiembre, había que preparar baldes, ollas y regaderas para juntar agua de un par de milagrosos grifos que estaban colocados en las veredas de la avenida Colón en inmediaciones de la patoteada y declarada ex Manzana de Turismo, lugar donde nació la Fiesta Nacional del Poncho. Paralelamente, en los kioscos y despensas de la zona había que correr a buscar velas. La señal era inequívoca. Los calores habían comenzado en la Ciudad y  había que prepararse para la “guerra” que todos los años las familias del sector mantenían con la falta de los elementales servicios públicos. ¡Y miren que se “inauguraron” grifos en Catamarca en los últimos 50 años! Y en más de una ocasión el mismo grifo fue “inaugurado” en dos o tres oportunidades. Con corte de cinta y discursos de políticos y gobernantes. Así en Villa Cubas como en el sector Sur, el Este, el Norte y en el interior. Y el único diario de la época, que funcionaba donde hoy está una playa de estacionamiento por calle San Martín al 700 (créalo, no es joda) mostraba en la tapa las largas colas de vecinos con sus vasijas esperando llegar al grifo de la virtud para llevar un poco del elemental líquido a la casa. Sea para tomar, para cocinar, para lavar la ropa o darse una ducha. Tiempos difíciles aquellos. Pero pareciera que, en algunas cosas y al decir del poeta: “Todo está como era entonces”. Sin ir más lejos, el pasado fin de semana hubo reclamos de vecinos a los que le cortaron el agua y la luz. Parece increíble que a esta altura de los acontecimientos, haya gente que sufre los reiterados cortes de servicios vitales. Todo indica que ahora que comenzaron las festividades en su honor, habrá que pedirle a la Virgencita del Valle que nos dé una mano y tengamos siempre agua y luz. Con el riesgo que la milagrosa Morena nos responda algún día: “Está bien, lo tendré muy en cuenta, pero ustedes chicos hagan algo también”. Sigamos soñando. Sin pesadillas, mejor.

Kelo Molas