Gustavo Jalile, no por casualidad, fue “el macho chacarero” por 36 años. Cinco períodos de intendente, dos de concejal, uno de diputado y otro de senador le otorgaron experiencia para enfrentar las tempestades que lo azotan desde octubre. Conoce aquello de “la mejor defensa es un buen ataque”. Lo está aplicando, con una diferencia respecto al pasado. Así ataque, no tiene defensa y, como lo dijimos desde que arrancó el conflicto, por lo menos deberá pagar costos políticos, cuando no judiciales. Es que el hombre, en su afán de atornillarse en el cargo, como ningún otro, volcó el Estado a la compra de votos. El 40, 50 o 60% de los nombramientos significan plata del municipio. Los jugosos asados para punteros y familias peronistas igual. La publicidad para defenderse de sus múltiples enfrentamientos –gremialistas, periodistas, etc.- se factura al Estado. Así las cosas, no solo perdió, sino que dejó un municipio en llamas.

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Decir que sobra la plata en Valle Viejo y que hay obras por todos lados, claramente, es mentira monumental. En tal caso hubiera ganado. Lo único palpable son las deudas y de las obras mejor no hablar. Valle Viejo es un inmenso basural y sus calles fueron callejones intransitables durante tres años. En 2019 se hizo “alguito” y, en lo que respecta al asfalto, habría que aclarar que hubo ayuda solidaria del municipio capitalino. Tratar de exculparse denunciando una interna rival es otro pelotazo en contra. La relación Jalil-Corpacci a la que apunta, al menos hasta ahora, goza de buena salud y lo acaba de ratificar el gobernador cuando desacredita las conductas de los intendentes que nombraron gente en los últimos seis meses. Sin compasión para Jalile, pide que la Justicia actúe y ponga las cosas en su lugar.

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A propósito de nombramientos, agregamos una perlita. Gran parte de ellos favorecieron a militantes o integrantes de familias peronistas, a los que se invitó a votar a favor del intrépido intendente. Para ello, Jalile, contó con un aliado: “Abeto” Barrionuevo.

El Esquiú.com