Uno de los primeros anhelos que expresó Raúl Jalil, ya con traje y porte de gobernador, fue cambiar la Constitución provincial, cuya última y traumática reforma data de 1988, año en el que las modificaciones tuvieron un punto saliente. En lugar de un sólo mandato para gobernador y vice, que establecía el texto de 1965, el saadismo impuso reelección indefinida, situación que se mantiene hasta nuestros días y que le hubiera permitido a Lucía Corpacci seguir en el cargo de gobernadora por un tercer período. Por voluntad propia, dio un paso al costado y le abrió el camino a Jalil, pero ambos pregonaron siempre por la reforma constitucional. Hasta ahora, la tarea de impedir corrió por cuenta de la UCR que, desde 2014, se negó a prestar los votos para declarar la necesidad de la reforma.

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El escenario de discordias alrededor del tema estaría llegando a su fin. Un poco por el abrumador triunfo 2019 del peronismo y otro poco por la interna radical. 2020 sería el año para producir las variantes que demanda la sociedad, los cambios climáticos y el avance tecnológico que plantean un mundo totalmente diferente al que existía hace 32 años. El debate, si no ocurre una controversia grave, comenzaría a poco de andar las sesiones ordinarias, las que se abrirán el 1 de mayo cuando Jalil concurra al Palacio Legislativa para dar cuenta del estado de la administración.

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En cuanto a los números de la Cámara de Diputados, hay que consignar que el peronismo cuenta con 23 representantes y necesita 27 votos. Podría sumar dos adhesiones del PRO (Enrique Cesarini y Natalia Saseta), pero se descuenta que se sumarían radicales. Al menos cinco de ellos, alineados con el castillismo, habrían expresado su decisión firme de avanzar con la reforma que le negaron a la exgobernadora. Queda claro que, más allá de las divisiones internas, lo mejor sería que el proyecto se vote por unanimidad, lo que convertiría al tratamiento en la Cámara de Senadores en un mero trámite.

El Esquiú.com