Hoy se cumplirá el séptimo día del aislamiento para tratar de frenar al covid 19. Aun con desequilibrios, la medida ha tenido éxito y, sin dudas, impidió una mayor cantidad de los contagios que se denuncian y que, tratándose de una pandemia, resultan inevitables. Sin embargo, detrás de la cuarentena, hay preocupaciones reales y tienen que ver con la economía, la que mucho antes que se instalara el virus ya era aceptada como frágil y susceptible de agravarse por inconvenientes propios y la inestabilidad mundial. En ese marco, Alberto Fernández, acompañado por las fuerzas de la oposición, tomó la decisión que considera menos dolorosa, esto es, preservar la salud de los argentinos. “Si el dilema es la economía o la vida, yo elijo la vida”, fue su frase de referencia.
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La apuesta de Fernández, claro está, no omite la situación económica. Sabe perfectamente, lo mismo que sus colaboradores, que para mucha gente la cuarentena genera, sin distinciones, graves problemas. El gran empresario, como el pequeño, sufre las consecuencias del parate, pero más los sufren los sectores claramente vulnerables, los que se anotan en el universo de la economía informal, es decir la no registrada por la AFIP y que tiene que ver con “la diaria” de los pobres. Si no trabajan o consiguen una changa, sus familias no comen. Por ese salió el subsidio de 10.000 pesos que se pagará en abril.
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En Catamarca, donde la pobreza alcanza índices no menores, ya se hicieron sentir varias quejas. Los propietarios de bares y servicios, donde el trabajo en negro no está ausente, la están pasando mal, aunque peor la pasan sus empleados, acostumbrados la mayoría de ellos a sacar una o dos veces por semana adelantos de sueldo. La misma situación la planteó Antonieta Cattaruzza, titular de la Asociación de Hoteles. Explicó que “hay actividad cero” y todo “está paralizado”. Es cierto. Tan cierto como que la venta de combustible en la provincia se redujo casi el 80%.
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