Catamarca vivirá hoy el más especial de los aniversarios de Esquiú, porque nunca antes se recordó esta fecha con la certeza que finalmente se alcanzó sobre su beatificación. A 194 años de su nacimiento, el ingreso a los altares del máximo prócer catamarqueño es cuestión formal. En rigor de verdad puede decirse que ya ingresó a los altares en 2005 al ser declarado Siervo de Dios, y Venerable un año después, pero alcanzar la estatura de beato es de un impacto que trasciende los tiempos y las fronteras. Superadas todas las instancias de evaluación médica, científica y teológica del complejo proceso de verificación del milagro consumado por su intercesión, solo resta el pronunciamiento de la Comisión de Cardenales y la palabra del Papa, nuestro compatriota Francisco. Un acontecimiento cuya relevancia y profundidad excede el interés de la feligresía católica y representa un auténtico mojón en la historia provincial. Por mucho que se haya escrito sobre el fraile de Piedra Blanca, los años pasan y no deja de sorprender la lucidez de su discurso, la claridad de sus conceptos y la coherencia entre el obrar y el decir que caracterizó su vida. Es también notable la vigencia de sus sabias palabras, no solo como religioso, sino como hombre de la política, capaz de convertirse en una pieza clave para la unidad nacional.

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En nuestro caso, nos honra como diario catamarqueño llevar su nombre, y no olvidamos que entre sus múltiples facetas Mamerto también fue periodista. Ejerció el oficio con el mismo compromiso que encaró toda otra labor de vida. Fue editor e impulsor del primer periódico catamarqueño, El Ambato, hecho artesanalmente, pero que guardará siempre el lujo de haber contado como autor de innumerables páginas a quien luego sería obispo de Córdoba. También en el terreno periodístico dejó la vara muy alta, y sentenció aquello de que no se debe “escribir ni publicar lo que no se pueda sostener como caballero”. Una síntesis perfecta de la libertad de expresión entendida como la más alta responsabilidad.

El Esquiú