Apuntes del Secretario

domingo, 17 de mayo de 2020 00:17

El gobernador Raúl Jalil finalmente inauguró el Hospital Monovalente “Carlos Malbrán”, justo cuando la cuarentena ingresó en Catamarca en una de sus etapas más delicadas. Luego de dos meses de amenaza potencial, y sin que se registre un solo caso de infección por coronavirus, las prohibiciones impuestas en todo el país perdieron entidad en el imaginario de los catamarqueños, que observan la pandemia como un problema ajeno. Es una conducta comprensible, pero altamente peligrosa. Las autoridades parecen desbordadas en su esfuerzo por explicar la gravedad del asunto, mientras las multitudes vuelven a ganar las calles despreocupadas. El brusco cambio de los últimos días es reflejo de lo complejo del cuadro. En un puñado de jornadas, se pasó de #QuedateenCasa a habilitar prácticamente todo, desde los comercios hasta actividades deportivas. Los permisos que se multiplican parecen demostrar que el aislamiento y sus normas se fueron de las manos a los organismos de control. Un proceso previsible, donde la buena noticia que es la ausencia de enfermos, se transforma en un arma de doble filo. Ya no hay capacidad real de ejercer el control de policía sobre cada ciudadano que sale a la calle. Los sistemas de autorización caducaron antes de terminar de implementarse, porque la necesidad de la gente por salir se transformó en una fuerza incontenible. El microcentro lo revela drásticamente, y en los barrios la situación es todavía más desordenada. El único límite que reconocen los ciudadanos catamarqueños es el del castigo, y por ello no todos utilizan barbijos, muchos descuidadamente, inútilmente, como los motociclistas que viajan a cabeza descubierta y con el casco colgando del antebrazo: sólo por si se les reclama cumplir. La distancia social no se incorporó, algo que puede observarse en cualquier lugar donde se reúnan más de cinco personas. Y la sociedad en su conjunto parece desconocer los riesgos a los cuales se expone.

 

¿Qué tanta culpa tienen los catamarqueños? Es difícil establecerlo. Porque es verdad que las víctimas fatales del coronavirus se incrementan en varios miles por día, y la cantidad de infectados se acerca a los cinco millones a nivel mundial. Pero aquí no hay casos. Y es entendible que las personas se relajen después de dos meses bajo presión, ante la posible llegada de un enemigo letal pero que semana tras semana no aparece. ¿Qué tanta culpa tienen las autoridades? Poco y nada. Salvo unos casos aislados de algún intendente como Polti (Frente de Todos) o un concejal que cometió torpezas, se actuó con máxima responsabilidad. Se elaboraron protocolos, se informó, se enseñaron las medidas preventivas, se fortaleció el sistema de salud, se previó todo lo que se puede prever. Hoy Catamarca está mil veces más preparada para enfrentar la pandemia que hace dos meses, y eso prueba que se trabajó muy bien. Sin olvidar que al mismo tiempo se enfrentó el dengue, con resultados extraordinarios: Catamarca tiene apenas el 10 por ciento de los casos que provincias vecinas, y sin víctimas fatales. Entonces las dificultades no muestran culpables, es un efecto extraño e indeseado del desarrollo de un escenario donde los aspectos favorables comienzan a jugar en contra. La salida de este laberinto muestra como único camino la concientización, entender y hacerle entender a cada comprovinciano que es necesario respetar las normas para cuidarse y cuidar a su familia. Una misión difícil, pero que se deberá cumplir. De lo contrario, la aparición de algún caso impondrá un dramático retroceso.

 

Un guiño enorme, invaluable en medio de la tormenta, le ofreció la diputada nacional Lucía Corpacci a Raúl Jalil. La exmandataria, quien sigue siendo figura política de predicamento y gran consenso en la provincia, respaldó abiertamente a su sucesor en las iniciativas para la reforma del Estado, y fue más allá al avalar también el cambio de sistema en el reparto de las regalías mineras. Independiente de la conducta partidaria que alguien podría suponer como motor de ese apoyo público, quienes conocen a Corpacci saben que no es amiga de las declaraciones “diplomáticas”, y que cuando expresa algo es porque realmente está convencida. Alcanzará con recordar que en algún momento tuvo el coraje de presentarse a un debate de candidatos organizado por la mismísima Iglesia Católica, y defender allí su posición sobre el aborto, lo cual no le impidió ganar luego las elecciones de manera contundente. Lucía dijo que en su gestión encontró otras prioridades y que no tenía las mayorías oficialistas con que cuenta Jalil en la Legislatura, pero dejó claro que comparte las inquietudes del gobernador y que los cambios son necesarios. La gran diferencia es que ella aclaró que no se trata de dejar sin trabajo a nadie, detalle comunicacional que despeja temores y quizás debió utilizarse desde el comienzo por parte del Gobierno.

 

Desde otra vereda, pero en el mismo sentido se pronunció el líder gastronómico Luis Barrionuevo, otra voz de peso en sintonía con la propuesta del gobernador: “Raúl tiene noción de lo que hay que hacer… creo que esa reformulación del Estado que está implementando se debe hacer sin dejar la gente afuera, y para que todos trabajen”, señaló el veterano sindicalista, con lo cual el abanico de pronunciamientos en favor de la reforma es cada vez más amplio. Una señal para considerar en su justa medida, porque no garantiza finales felices. Sin ir más lejos, tampoco se escuchó a nadie rechazar abiertamente el proyecto de Reforma Constitucional en la provincia, pero pasados seis años, todo quedó allí: en un hermoso proyecto que todos acompañaron con declaraciones, pero nadie aprobó.

 

Es una auténtica locura lo que ocurre en Catamarca con los cigarrillos. La producción de las tabacaleras no fue inicialmente incluida entre las actividades esenciales, y las fábricas se paralizaron a fines de marzo, con lo cual unas semanas más tarde se agotó el stock en todo el país. Desde hace ya varios días, las principales marcas desaparecieron de los kioscos, lo cual dio lugar a un mercado negro donde se cobran auténticas fortunas por productos de dudosa calidad. Cuando un paquete de primera marca costaba alrededor de 140 pesos hace dos semanas, ahora se venden paquetes ordinarios por 400 y 500 pesos, cigarrillos sueltos a 25 pesos cada uno, y cigarrillos armados artesanalmente que no tributan nada y sin embargo cotizan como oro. Es mucho lo que están sufriendo los fumadores, la mayoría de los cuales acceden a pagar cualquier precio por cualquier producto, arrastrados por la ley de la selva, que desplazó a la ley de la oferta y la demanda por los cuadros críticos de escasez. Según se especula, en los próximos días volvería a normalizarse el abastecimiento, pero es una incógnita a cuánto se venderá cada atado. Una adicción que hace estragos doblemente entre los consumidores, sin piedad con sus pulmones ni sus bolsillos. Es una pena que esta situación no se haya aprovechado a nivel oficial para intentar alguna campaña contra el tabaquismo, o que no se haya ofrecido alguna contención a quienes padecen este serio problema de adicción. Quizás los vertiginosos días que enfrentan las autoridades de Salud hayan ocasionado que se les pase por alto este detalle.

 

Otro faltante que provoca mortificaciones y turbulencias sicológicas no mensuradas es la carencia de las hojas de coca, que no ingresan a la provincia porque la mayoría de las fronteras permanecen cerradas para el tránsito no justificado. Como en el caso del cigarrillo, el universo de adictos a la coca en Catamarca, en tiempos de cuarentena, se ha extendido a extremos de convertir a la venta en negocio espurio. Pero, claro, como la importación de la milenaria sustancia –en el mundo todavía figura como un estupefaciente más- está legalmente prohibida, los que tienen reservas disparan los precios hasta la nubes. Un par de bolsitas chicas, a la hora de la abstinencia severa, puede llegar a pagarse por encima de los 10.000 pesos. Una verdadera locura.

RECUERDOS.

Como lo hacemos habitualmente, cerramos los Apuntes con la memoración de acontecimientos ocurridos hace 25 años.

El 14 de mayo de 1995 se realizaban elecciones en el país. Carlos Menem, en primera vuelta y con el 49.6% de los votos, se aseguraba la reelección e iniciaba el primer período de cuatro años (los anteriores habían sido de seis). Superaba a las fórmulas José Bordón-Carlos Alvarez (FREPASO) y Horacio Massaccesi-Antonio Hernández (UCR) por cifras contundentes. La primera de ellas llegó al 29.4% y la segunda al 16.9%. Pésima elección del radicalismo. No solamente sacaba pocos votos, sino que perdía el lugar de la segunda fuerza, que pasaba a manos del FREPASO. En Catamarca, mientras tanto, el saadismo sufría su cuarta derrota en fila y Arnoldo Castillo, por la gran influencia del voto capitalino, se aseguraba otros cuatro años de gobierno. Con 60.390 votos alcanzaba el 52.6% y superaba a la fórmula Ramón Saadi-Farías Taire, que reunía 49.119 votos. En la Capital la cuenta era 31.206 a 19.917 votos. Fue la que definió la elección, ya que en el interior el reparto había sido parejo. Más allá de los números, el FCS se aseguraba mayoría en ambas cámaras y en el CD de la Capital. Entre los senadores hubo cinco victorias oficialistas: Daniel Plaza (Belén), Moisés Yadón (Pomán), Julio Rodríguez (Santa Rosa), Carlos Colombo (Valle Viejo) y Yamil Fadel (Capital). El peronismo consagraba senadores a Octavio Gutiérrez (Andalgalá) y Pilar Kent de Saadi (Fray Mamerto Esquiú). La banca de Ambato se definió tiempo más adelante por lo apretado de las cifras.

El Esquiú.com
 

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