Es entretenido el juego de la perinola. Todo está lindo mientras se muestran  las caras del trompo después de girar: Pon 1, Pon 2, Toma 1 y Toma 2. Hasta ahí aparecen parejas las posibilidades de ganar o perder. La cosa se complica cuando en la perinola política del país aparece el “Toma todo” y “Todos ponen”, siempre con los mismos protagonistas. Los políticos (los malos, los corruptos, los delincuentes, los vagos e inútiles, los ineptos portadores de apellidos, los inescrupulosos, que los hay para hacer dulce de punta a punta de la Argentina) tienen la “suerte” del “Toma todo”. (Ya nos cansamos de aclarar que no todos los políticos son iguales, que hay excepciones, bla, bla). Por otro lado, está el pueblo (hablamos del que trabaja, el que es decente, el que se esfuerza todos los días, el que le pone el hombro a los que menos tienen, el sector llamado “más vulnerable”,  los que son solidarios, los eternos consumidores del frío y el hambre), que tienen que conformarse hasta la muerte con el “Todos ponen”. Hace un par de sábados, ocurrió un hecho en Valle Viejo que nos apresuramos en destacar: por avenida Presidente Castillo 1043 (a la par de “Los mil artículos” en inmediaciones del Patio Palmeras) funciona el local de Autoservicio Servetto, atendido por el señor Héctor Servetto. Entrada la noche, el comerciante encontró una billetera a nombre de Beatriz Ledesma, una humilde vecina de la localidad chacarera de Santa Rosa. La billetera tenía la suma de 10 mil pesos. Servetto no dudó: tenía que devolver ese dinero. En esos momentos se hizo presente en el negocio Niní Vega, una reconocida agente sanitaria de la zona que, consultada por dueño, dijo conocer a Beatriz. La buscaron y le entregaron la billetera con toda la plata. Servetto solamente dijo: “Nunca me quedo con lo que no es mío”. El deber ser.

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¿Se imaginan esa billetera en manos de un tal Rodríguez, autodenominado “líder” de una organización política? ¡Mamita querida! Todavía andaría corriendo y mirando para atrás para ver si alguien lo persigue. El domingo último, en la página 7 de este mismo diario, nos llenó de satisfacción un título: “Chumbicha: policías solidarios entregan comida a los más necesitados”. ¡De eso se trata carajo! De ser solidarios en medio de semejante crisis. Bien por los policías chumbichanos: eso es tener vocación de servicio. A nivel nacional, la otra cara de la moneda. Chocamos con el dolor, la bronca, la impotencia. Las ganas de gritar ¡políticos de m…! Días atrás se conoció la muerte de Ramona Medina, una conocida referente social de la populosa villa de Retiro, en plena Capital Federal. Horas antes había declarado para la televisión: “Nos piden que nos higienicemos, pero hace ocho días que estamos sin agua en la Villa 31”. La mató el coronavirus. La mató el “todos ponen”. La mató el sucio sistema político. “Nos mataron a Ramona” se lamentaron los vecinos, que habían perdido a una guerrera en la pelea diaria por un plato de comida. El cura villero, el padre Pepe, dijo: “Los curas estamos preocupados por lo que está pasando en las villas. Está trepando el número de contagios”. Después, la inmunda política intentó lavarse las manos y comenzó el grotesco show del echale la culpa al otro. Como hace un año, o una década, o varias. De esa muerte y de tantas otras, TODOS tienen la culpa. No miren para otro lado y pongan cara de “yo no fui” porque todos sabemos quiénes son y dónde están los culpables. Algunos deberían estar presos y sin embargo tienen los cachetes inflados de tanto comer lo que a otros les falta. Que en paz descanse Ramona. La maldita perinola se negó a regarle un “Toma algo” honesto y merecido en vida. ¡Que lo parió!

Kelo Molas