Desde la bancada periodística

Un museo como vía de escape

sábado, 13 de junio de 2020 00:45

A más de 160 años de su construcción, la histórica Casa de Gobierno parece avanzar irreversiblemente hacia su destino de museo, una metamorfosis que se persigue desde hace tiempo y ahora está cada vez más cerca de concretarse.

Según la mayoría de los registros, fue allá por 1857 que los hermanos italianos Luis y Guillermo Caravati proyectaron y dirigieron la construcción del edificio, que en su momento fue una obra imponente y deslumbrante. Alcanzará con recordar que las calles circundantes eran todavía de tierra, y ni siquiera existía la Catedral Basílica, para imaginar el impacto de aquella maravilla arquitectónica.

La obra avanzó muy rápido y en 1860 ya era la residencia gubernamental de mayor peso en la joven provincia. Transcurrió desde entonces más de un siglo y medio de historia con esas instalaciones como epicentro neurálgico del poder, período tan extenso que exime de brindar mayores explicaciones sobre todo lo que el icónico lugar representa para el pueblo catamarqueño.

 Corazón del poder
Fue allí donde ingresó por la fuerza Eulalia Ares de Vildoza para tomar fugazmente el mando de la provincia, en un violento episodio recordado como “La revolución de las mujeres”. En Catamarca deberían pasar 190 años para que una mujer fuera electa gobernadora por voluntad popular, de manera que aquel acontecimiento estaba llamado a quedar grabado en la historia.
Catamarca era patriarcal por naturaleza: 52 personas habían firmado el acta de la Autonomía el 25 de agosto de 1821, y todos eran hombres. Puede calcularse desde ese dato la magnitud de la gesta de Eulalia.

También frente a Casa de Gobierno se viviría el trágico Catamarcazo en noviembre de 1970, cuando varios sindicalistas fueron detenidos en medio de una huelga general. Hubo una protesta popular para exigir su liberación, y todo se desmadró. La represión con armas de fuego desde la sede gubernamental les costó la vida a dos personas inocentes, una jovencita de 18 años y un niño de 14.

Un total de 35 intervenciones federales marcaron el ritmo de la inestabilidad política provincial en esa Casa de Gobierno, que llegó a tener ocho interinatos consecutivos entre 1867 y 1868, y seis interventores seguidos entre 1943 y 1946. Justamente ahora, con 29 años seguidos de mandatarios democráticos, se vive el mayor período de la historia sin irregularidades en los cambios de mando. La última intervención se sufrió en 1991.

Dos gobernadores murieron en pleno ejercicio del poder: Francisco Rosa Galíndez en 1873, y más cerca en el tiempo, Vicente Leonides Saadi en 1988. Se contabilizan otros tres casos, pero anteriores a la existencia de la Casa de Gobierno.
 

Hubo situaciones insólitas como la protagonizada por Ricardo Herrera, que fue electo gobernador en 1961, pero nunca llegó a asumir. Y casos singulares como el de Arnoldo Aníbal Castillo, que fue gobernador de facto impuesto por la dictadura en 1981 y reivindicado como gobernador electo democráticamente sólo diez años después.

Blanco de reunión para manifestaciones, reclamos, protestas y también festejos, la Casa de Gobierno es parte de la historia de cada uno de los catamarqueños.

Fue también testigo de decenas de Marchas de Silencio, original metodología de movilización que trascendió internacionalmente, y de la revuelta policial de 2013, último gran episodio violento, que surgió como coletazo de un pedido de mejoras salariales para los efectivos de seguridad en distintos puntos del país, y terminó con gravísimos incidentes y hasta disparos, con la gobernadora Lucía Corpacci virtualmente atrapada cerca de 20 horas en su despacho.

Presidentes, artistas, deportistas y figuras de distintos rincones del planeta ingresaron a esa Casa con todos los honores, como paso representativo de su ingreso a la provincia.
Apenas un puñado de historias, las primeras que vienen a la memoria, entre 16 décadas imposibles de resumir en pocas líneas.

 

Nuevo destino

La Casa de Gobierno dejará de ser lo que fue hasta hoy. La idea venía madurando hace tiempo, y ya en gestiones anteriores empezaron a trasladarse dependencias a flamantes pabellones construidos en el Centro Administrativo del Poder Ejecutivo (CAPE), el enorme predio heredado del viejo Regimiento de Infantería 17, que era una unidad militar del Ejército Argentino y devino en una suerte de campus de organismos públicos.

Corpacci no llegó a trasladarse, pero Raúl Jalil sí dejó su despacho, y se instaló provisoriamente en el Centro de Innovación y Desarrollo de la avenida Presidente Castillo, un predio municipal de amplios espacios verdes, con un caserón histórico acondicionado para cotidianas tareas.

Mientras tanto, personal del ministerio de Infraestructura y Obras Civiles puso manos a la obra en la añeja construcción de los hermanos Caravati, donde se hallaron estructuras originales, eternas vigas de madera que sostienen techos desde el siglo XIX, y por muy romántico que suene ahora representan un peligro, sobre todo considerando que vivimos en una región sísmicamente activa, como bien recuerdan todos los que padecieron el gran susto del 7 de septiembre de 2004.
Se encontraron instalaciones deterioradas, termitas y un desgaste que refleja tanto el paso de los años como la falta de mantenimiento adecuado. Se colocarán ahora soportes metálicos para dar más fuerza a la construcción original, cuya fisonomía no se alterará demasiado.

La Casa de Gobierno será puesta a nuevo, y cuando la ardua tarea de recuperación concluya nacerá seguramente el museo, o el proyectado Centro de Ceremonial y Protocolo y Centro Cultural Provincial.
Puede que por tradición se cumpla allí con algunos actos oficiales de trascendencia, pero ya no habrá reuniones de trabajo, trámites a seguir ni expedientes acumulados. Tampoco internas, pulseadas políticas ni escándalos. Más de un siglo y medio a puro vértigo, desembocará en una etapa de recreación y solaz.

 Las razones

Lo cierto es que el museo o centro cultural que viene no nació como una iniciativa netamente cultural, sino que se impuso como vía de escape al verdadero motivo de la mudanza, que es sacar el Gobierno del microcentro de la ciudad.

Con un parque automotor cada vez más grande, una población que crece sin cesar, y una altísima dependencia del Estado para todos los quehaceres; la meta de ordenar el tránsito urbano y descomprimir el corazón capitalino, era imposible mientras el Gobierno se mantuviera en la legendaria esquina de Sarmiento y República.
Pero el cambio que se viene es paradigmático, y llevará bastante tiempo adaptarse a la realidad de ver ese sitio donde todo se decidía y resolvía, convertido en un paseo turístico.

Los catamarqueños que todo lo expresan frente a Casa de Gobierno, desde su furia hasta su dolor, desde los reclamos hasta la alegría por un éxito deportivo, verán pronto que el escenario de tantas vivencias será sólo un símbolo del pasado. Incuestionablemente rico en historias, pero vacío del contenido que lo llevó a convertirse en lo que es hoy.
Si cuando se retiró el viejo escudo de hierro de la fachada para ubicar una pantalla led se armó todo un revuelo, el impacto de esta transición será sin dudas un antes y un después en la vida de la ciudad.

El Esquiú.com
 

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Comentarios

13/6/2020 | 11:16
#149006
Para los muchos VIEJOS que vienen de visita, sería ideal PONER UN ASCENSOR MÁS y lo pueden construir por el lado norte del ingreso, para ingresar por el antiguo Salón de Acuerdos. Allí hay un patio no muy amplio y podrían ubicarlo poco después de la puerta por la que se ingresa desde el hall de entrada. PERO PONGAN UNO PARA ,MUCHAS PERSONAS amplio y con mucha tolerancia en kilos. Vayan preparando LOS GAUCHOS DE ALICIA... eran pintorescos. O si Raúl prefiere...beduinos...pero alguien debe ambientar la Casa Blanca.

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