Irónicamente ahora que casi nadie puede salir de su provincia de residencia y está prohibido realizar reuniones –hasta el Congreso de la Nación sesiona en forma virtual- se impulsó la reactivación del Parlamento del NOA, entidad que rompe así un letargo de aproximadamente un lustro. Con la modalidad de videoconferencias, ya hubo algunas reuniones, que permiten confirmar la resurrección del singular organismo deliberante, de carácter permanente y unicameral, representativo de las provincias de Salta, Jujuy, Tucumán, Catamarca, Santiago del Estero y La Rioja. Según su propio reglamento, el Parlamento debía sesionar obligatoriamente al menos cinco veces por año, pero desde mediados de 2015 a esta parte desapareció sin explicaciones ni despedidas. Luego de 42 sesiones y un extenso tramo inactivo finalmente se resolvió recuperarlo. Este cuerpo había nacido allá por marzo de 1994, con un “Pacto de Integración” que generó grandes ilusiones, y al cabo de poco más de dos décadas se transformó en un recuerdo con escasos o nulos logros para destacar.
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Su naturaleza se cuestionaba porque era un cuerpo sin capacidad ejecutiva, pero es indudable que podría cumplir un rol más que importante. Sus principios fundacionales eran muy ambiciosos. Se proponía “hacer realidad el proceso de integración” de esta parte del país, donde por cuestiones históricas y geográficas, las agendas de los gobernadores suelen tener innumerables puntos en común, por no mencionar las obras que directamente interesan a más de un distrito. En los hechos no se reflejaron esas buenas intenciones, y la mayoría de los pronunciamientos del Parlamento del NOA se esfumaron sin trascendencia. Motivos para trabajar juntos no escasean, en particular en este rincón del país que siempre es postergado y todo lo que recibió últimamente fueron promesas vacías de esa burbuja publicitaria que fue el Plan Belgrano de la gestión de Mauricio Macri. La nada misma. Quizás ahora el Parlamento permita unir fuerzas y organizarse. A la luz de su historia, debe decirse que este renacimiento muchas expectativas no genera, pero siempre hay margen para una feliz equivocación.
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