Está en campaña. Aun cuando mantiene a la UCR con autoridades con mandato vencido en junio, Oscar Castillo está en pleno raid proselitista para su re-re-re elección como senador nacional. Tiene, a excepción de la falta de votos propios, con qué hacerlo. Cuenta con miradas simpáticas desde Casa de Gobierno por haber facilitado la reforma judicial (aumento de los cortesanos, derogación de Consejo de la Magistratura, reformas de la ley electoral, etc.), con la UCR aun desvencijada y sin marco legal, a lo que habría que sumar un apoyo mediático pocas veces visto en democracia. Nadie le critica o le señala sus incoherencias, irresponsabilidades y falta de acción legislativa que, por décadas, ni por casualidad le sirvió a Catamarca.
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Independientemente de presentar proyectos ridículos, como la rehabilitación de hipódromos porteños o sostener acciones de marketing con estereotipos deleznables de la política como Gustavo Arribas o Patricia Bullrich, ha salido a hablar después de largos silencios. Lo comprendemos. Estamos a menos de 11 meses de las PASO y algo hay que hacer. Aunque más no sea hablar sandeces. Total, para cubrirlo, está la prensa adicta dispuesta a blindarlo sin disimulo.
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Ha dicho en las últimas horas que el traspaso de fondos a Buenos Aires para conjurar una asonada policial de consecuencias imprevisibles es electoral y apunta a 2021. Con ello, no hace más que defender a la Capital Federal, la ciudad más rica y opulenta del país. Por cuerda aparte habló de números y volvió a meter la pata. Señaló que el gobierno local quiere reformar la Constitución para sacar el 82% a los jubilados. En su afiebrado laberinto de ideas se olvidó que su padre, Arnoldo, le quitó el porcentaje al entregar el IPPS a Cavallo. La provincia, por decisión de Brizuela del Moral, no de él, compensa aquella macana con un adicional. Tampoco recuerda otras cosas, como que la constitución peronista del 88 estableció el 82% y que, siendo gobernador, les rebajó 13% el sueldo a los jubilados. ¡Castillo, “po favo”!
El Esquiú.com