Aquel “silencio de radio…descansa el maestro”, en la quebrada voz de Lulo Nieto al momento del último adiós a un grande de la radiofonía nacional, ha quedado prendido en la memoria de muchos que hoy recordamos un nuevo aniversario del fallecimiento de Luis Oscar Aísa. Fue un 4 de setiembre de 2003 cuando el señor del micrófono se despidió de todos los escenarios, todas las radios y los estudios de televisión para llevar su jerarquía a otros espacios, allá en las alturas. Unos días antes, el 25 de agosto (en coincidencia con el Día de la Autonomía provincial) había vivido una de las jornadas más felices de su vida cuando celebró su cumpleaños número  68 en la hostería de Las Pirquitas junto a su familia, amigos (incluso de la juventud, llegados desde Córdoba) y numerosos integrantes de la familia artística local, especialmente de la rama del folclore. Fue una fiesta espectacular y los que tuvimos la dicha de participar de ella todavía recordamos momentos inolvidables de ese verdadero acontecimiento. También por esos días no ocultaba su felicidad de haber acordado con las autoridades del Festival de Doma y Folclore de Jesús María para animar ese clásico de los festivales de verano, como lo venía haciendo durante más de tres décadas. Nos quedará para siempre su inigualable maestría en la conducción de espectáculos, su alto sentido de la responsabilidad profesional, su inquebrantable respeto a las agujas del reloj (cumplir con el horario establecido era uno de sus rasgos destacados) y una postal que habla de su señorío en un escenario: en una oportunidad era el animador de una peña benéfica en el tinglado de la Sociedad Española. Pleno verano, con más de 40 grados de temperatura a las tres de la tarde y Luis Oscar Aísa lucía su impecable traje y corbata. Un sello distintivo de su enorme trayectoria. Siga descansando en paz, maestro.

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En el libro “Noble corazón”, dedicado a la obra poética de Lulo Nieto, está justamente el “Soneto para una voz”, con el cual el escritor despidió a Luis Oscar: “La noticia surcó los espacios casi en primavera de un día soleado, lastimando el alma en tantos hogares que todos los días su voz visitaba / Y lo extrañaremos por las mañanitas y en los escenarios, de poncho a la espalda, la doma y el canto no serán lo mismo ¡y Jesús María llorará a su hijo! / Que tu hermosa vida será ejemplo nuestro y vivirás por siempre en nuestros recuerdos… ¡silencio de radio… descansa el maestro!”.

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“Porque esto, compadre, se hizo a pala, pico,  sudor y ganas de alzar  los tiempos de la Patria eterna. Y mirando el cielo y encorvando espaldas se hicieron poetas del maíz y el trigo. Abrieron los surcos con melgas de luna en cuarto creciente, antes de la lluvia, mientras que en el vientre de sus hembras maduraba el gringo, el fruto primero. Porque ellos vinieron a alumbrar de pueblo a esta extensa madre que cobija tierna bajo su bandera. La paz, el trabajo, el amor, la siembra. La justa y honesta virtud de los hombres. La fiesta infinita de hermanar la vida con la primavera”. La voz de Víctor Hugo Godoy, símbolo de Los 4 de Córdoba, en el poema “Patriarcas de la esperanza” (autoría de Daniel Altamirano y Julio Sáenz), le pone un toque de distinción  a la apertura de la obra musical “Canto al inmigrante”, grabada por el conjunto cordobés en 1994. Precisamente hoy se celebra en nuestro país el Día del Inmigrante y nos pareció oportuno recordar a este trabajo de Los 4 de Córdoba, acompañados en el disco por Tersa Parodi (“Mi tierra te está esperando”), Yamila Cafrune (“Canto árabe”), Luis Landriscina (“Tiempo adentro de la siembra”), Cacho Castaña (“Mi viejo el italiano”), Omar Cerasuolo (“La invasión gringa”), Ariel Petrocelli (“Soy sembrador argentino”), Antonio Tarragó Ros (“La Oma”) y Argentino Luna (“Mire qué lindo es mi país, paisano”). Una recordación que lleva implícito el justo reconocimiento a tantos inmigrantes que poblaron la Argentina, y de manera especial nuestra provincia.