Apuntes del Secretario

domingo, 3 de enero de 2021 01:43

Tres décadas después de que fueran creadas, se confirmó el relanzamiento de las monedas Esquiú, acuñadas por primera vez durante el segundo mandato de Ramón Eduardo Saadi como gobernador. “Los Esquiú”, que salieron a la luz en versiones de oro y plata, circulaban en los años 90 como moneda de curso legal en toda la provincia, y poco a poco fueron desapareciendo, hasta perdurar sólo como piezas de interés para numismáticos y coleccionistas. Su gran característica era que tenían un valor real idéntico a su valor nominal, precisamente por realizarse con materiales nobles, y de hecho quienes los conservan siguen cotizándolos, incluso por encima de lo estipulado originalmente, porque ahora cuentan también como curiosidad histórica. No hay otra moneda en el país que haya sostenido su valor a través de las décadas.

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Estas piezas se lanzaron por primera vez en agosto de 1990 con el oro y la plata que recibía el Estado provincial de Yacimientos Mineros Agua de Dionisio (YMAD), y con la misma empresa se iniciaron las gestiones oficiales para volver a editarlas, según anticipó el gobernador Raúl Jalil. Pero la motivación es ahora muy distinta, ya que no se buscará instalar los Esquiú para transacciones comerciales cotidianas ni como muestra de respaldo en materia de reservas, como se hizo en su momento. La idea es tenerlas listas para el próximo 13 de marzo, fecha en que se concretará la histórica ceremonia de beatificación de Fray Mamerto Esquiú, con lo cual se convertirá la moneda en un preciado souvenir, digno de la magnitud del acontecimiento, esperado por muchos catamarqueños por casi 140 años. Esta suerte de adhesión del gobierno parece adecuada para subrayar la condición de prócer del sacerdote franciscano, que llegara a conducir el Obispado de Córdoba y se inmortalizaría por sus discursos en defensa de la Constitución como cimiento para la construcción de la Patria.

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Sorprendieron las críticas del lapaceño Víctor Luna al fallo de la Corte de Justicia que dejó sin efecto la Ordenanza trucha que obstaculizaba el desarrollo minero de Andalgalá, cuando él mismo habló públicamente en varias ocasiones de la importancia de poner en marcha Agua Rica. Más aun, lo llamativo fue la argumentación del legislador, quien cuestionó la visión “recaudatoria a corto plazo” y se quejó del “vacío legal” que existe en la provincia en materia ambiental con respecto a la explotación minera a cielo abierto. Se trata de opiniones respetables como tantas otras, pero que marcan una evidente contradicción con la postura que el propio Luna mantuvo durante los tres lustros que formó parte del oficialismo mientras se desarrolló en su plenitud el emprendimiento Bajo La Alumbrera, la recaudación cortoplacista por excelencia a juzgar por los beneficios que dejó para el conjunto de la población. De hecho, hasta agradecía al presidente Mauricio Macri por bajar las retenciones mineras para que se extendieran las actividades en la mina. Y considerando que durante largos años el propio Luna fue legislador, al quejarse por el vacío legal en materia de protección ambiental, aunque más no fuera por cortesía podría haber acompañado su queja por una mínima autocrítica. ¿O no fue el ex Frente Cívico, del que Luna es parte fundamental, el que habilitó la Alumbrera a pesar de la catarata de críticas por negociados y ambientalismo que existían en los años 90?

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Un personaje central de la controversia minera es el exintendente Alejandro Páez, motorizador fundamental de aquella Ordenanza. Su discurso de estos días viró hacia justificaciones casi ridículas. Por ejemplo, dijo que “no se prohibió la minería en el departamento Andalgalá, sino solamente en la cuenca del río”. No aclaró que en esta zona hay un solo proyecto viable: Agua Rica. Ergo: la Ordenanza trucha fue contra ese yacimiento únicamente. ¡Lo entendemos Páez! También dijo este hombre que la decisión “fue una expresión de gran parte de la ciudadanía”. ¡Mentiroso si los hay este Páez! Nadie sabía en todo Andalgalá que se estaba tratando el tema o que la aprobación fue “a puertas cerradas” y en “cuestión de minutos”. Niega, asimismo, el soborno que permitió que ocho concejales, sin estudiar ningún texto, levantaran la mano. Esa situación le costó al municipio -como ahora le va a costar pagar las costas del proceso judicial- ocho puestos de trabajo. Aunque lo niegue 70 veces, el asunto se puede comprobar con solo revisar los nombramientos que se realizaron en el municipio en la época que se aprobó  el mamarracho jurídico. Casualmente se trata de familiares o amigos de los ocho ediles. ¿Curioso, no?

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Como lo publicó en su momento El Esquiú, el inefable Elpidio Guaraz resolvió hacia mediados de 2020, o sea en plena pandemia, programar carreras cuadreras en Bañado de Ovanta. Llovieron las críticas sobre esta decisión, pero lejos de amilanarse, el hombre prometió convertir a la jurisdicción en la “Capital provincial del Turf” y está cumpliendo con su palabra. Todos los “burreros” de la provincia o de otras latitudes, que no son pocos, enfilan cada semana hacia el departamento allende la Cuesta de El Totoral y no hay pandemia que haga retroceder al intendente de sus propósitos. Lo reiteramos: las críticas se renuevan porque ha recrudecido la pandemia y las convocatorias públicas digamos que están restringidas. Pero, como lo hace siempre, Guaraz dice que manda, que es un macho alfa, que es el jefe del COE y, en medio de disputas, hasta se peleó con un jerarca policial por no dejar ingresar a foráneos que llegaban para asistir a las carreras de caballo. Más allá de todos estos ingredientes que ratifican la reaparición de un “Elpidio en estado puro”, resulta perverso centrar las críticas en su persona sin mencionar que existe un senador nacional, Oscar Castillo, que en plena pandemia presentó un proyecto en el Congreso para provocar la reapertura de los hipódromos de la ciudad y la provincia de Buenos Aires. ¿Cuál sería la diferencia que existe en el comportamiento del intrépido intendente y las ideas del senador nacional “burrero”? ¿O existen niveles institucionales, o de otra naturaleza, a la hora de valorar los comportamientos públicos de los políticos? De acuerdo a cómo se informa, algo debe haber, sin dudas.

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Se estrenó hace pocos días una película documental titulada “Raúl”, que a lo largo de casi tres horas repasa los principales hitos de la gestión presidencial de Raúl Ricardo Alfonsín. El material, que fue presentado por capítulos en la televisión abierta y se puede ver completo en algunas plataformas digitales, fue dirigido por Juan Baldana y Christian Rémoli, sumando testimonios de algunos familiares del mandatario fallecido en 2009, muchos de sus colaboradores cercanos y protagonistas de la época. Matizado con algunas perlas de archivo, el conjunto de la propuesta descarta la narración cronológica de la presidencia que se extendió entre diciembre de 1983 y julio de 1989, para concentrarse en algunos episodios concretos y analizarlos en profundidad.

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La constitución de la Conadep, la rebeldía de su visita a Ronald Reagan, los ásperos enfrentamientos con Clarín y la Sociedad Rural, el alzamiento militar de Semana Santa, la toma del regimiento de La Tablada y la tensa relación con el poder militar todavía vigente, son los mojones que sobresalen en el itinerario, con menciones en segundo plano a la situación económica, el vínculo con el sindicalismo y la actividad partidaria. Naturalmente, la esencia del documental apunta a ponderar las virtudes humanas y políticas de Alfonsín, pero se hace sin tono propagandístico sino con altura, y sobre todo con un caudal de argumentos tan fuertes que no puede el espectador más que suscribir a la calidad de los valores que el oriundo de Chascomús defendía, por encima de cualquier desacierto.

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Vale la mención a este trabajo en una columna política, porque su contenido debería considerarse imprescindible para las nuevas generaciones, en particular entre quienes ejercen o aspiran a ejercer cargos públicos. Mucho más para quienes militan o simpatizan con el radicalismo, que sin dudas podrán percibir hasta qué punto la UCR actual se alejó de las banderas alfonsinistas, hasta traicionarlas por completo. Podrá verse también que, en contextos y momentos muy diferentes, la raíz de los grandes dramas argentinos poco ha variado, y que los enemigos del pueblo gozan de buena salud pese a los años transcurridos. “Raúl, la democracia desde adentro”, es el nombre de la película, claramente recomendable para intentar comprender un poco más de esta amada y conflictiva Argentina.

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RECUERDOS. Como lo hacemos habitualmente, cerramos los Apuntes” con acontecimientos ocurridos hace 25 años.
La famosa “Obra del Siglo” -un emprendimiento de cloacas del año 1990 que todavía se discute en la Justicia-, después de estar parada a raíz de la rescisión del contrato que dispuso el ex Frente Cívico con la empresa que la inició, iba a continuar en 1996. Así lo anunciaba durante las fiestas navideñas -a fines del 95- el exgobernador Arnoldo Castillo. También daba a conocer el nuevo contratista, la empresa mendocina “Ingeniero Pellegrinet”, muy ligada al castillismo.

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A propósito de internas radicales, recordamos una de noviembre de 1995. Por la conducción de la Juventud Radical, la alianza “Celeste-Roja” imponía a Pablo Magini como presidente del comité provincial y a Gilda Godoy como titular  de la Capital. El gran derrotado en aquella oportunidad fue Pablo Enrique Bordón.

El Esquiú

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