El Secretario

viernes, 15 de octubre de 2021 01:04
viernes, 15 de octubre de 2021 01:04

La paulatina normalidad que retorna a nuestras vidas, tan anhelada después de un año y medio de encierro, restricciones, cuarentenas, temores, contagios y muertes; muestra también aspectos poco felices, dramas cotidianos que a la luz de los hechos nunca se superaron  sino que apenas quedaron en pausa cuando la circulación de personas se redujo a su mínima expresión. El que emerge con mayor nitidez es el problema de los accidentes de tránsito, que en pocas semanas retornaron a los titulares de los medios después del obligado letargo. Choques, derrapes, caídas, lesionados, traslados en ambulancias y guardias de hospitales saturadas  son otra vez moneda cotidiana.
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Un informe del Observatorio Vial de la Nación, señala que el fenómeno no es exclusivo de Catamarca. El organismo, incluso, considera los siniestros viales como otra “pandemia” y no es una exageración: según las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud cerca de 1,3 millones de personas mueren anualmente en el mundo por esta causa y entre 20 y 50 millones padecen traumatismos no mortales como consecuencia de los siniestros viales. Sin embargo, el problema de la inseguridad vial no siempre suele ser abordado como un problema de salud pública por los Estados y sus efectos no son representados en el debate ciudadano como correspondería a un problema de tal magnitud.
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A medida que se relajaron las restricciones a la movilidad, el número de incidentes viales se incrementó y con ello, todas sus consecuencias asociadas de mortalidad y morbilidad. En el caso de nuestro país, los datos confirman la relación entre la reducción de la movilidad y la baja de siniestros viales. La comparación de las cifras del 20 de marzo al 1º de junio de 2019 con las del mismo período de este año, indican un gigantesco descenso del 80% en la cantidad de víctimas fatales por siniestros viales. Que la libertad recuperada no nos empuje a lamentar muertes evitables otra vez: después de todo, debería ser más fácil controlar el tránsito que un virus invisible.
El Esquiú.com
 

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