El Secretario

jueves, 11 de noviembre de 2021 01:49
jueves, 11 de noviembre de 2021 01:49

Claramente no puede reclamarse en este instante, a horas del inicio de la veda electoral y a un par de días de que la ciudadanía acuda a las urnas, pero en algún momento, en algún lugar, alguna vez… la dirigencia política tendrá que sincerarse sobre la entrega de dádivas que se intensifica en los días previos a cada elección. Podrán modificarse las reglas de juego o no, pero lo que ya se hacen insoportables para la sociedad son las histriónicas y horrorizadas denuncias cruzadas que se reiteran una y otra vez, con puntualidad inglesa, antes de cada cita electoral. Porque bien podría aplicarse aquí la famosa cita bíblica referida a los salvajes que se disponían a lapidar a la mujer adúltera: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Y nadie podría hacerlo.
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Desconocer que se reparten dádivas antes de las elecciones (en Catamarca, Buenos Aires, Charata, Viedma y cada pueblo o ciudad del país) requeriría del nivel de ingenuidad que un niño pierde a los cuatro años. Es un hecho: reconocerlo no significa aprobarlo ni justificarlo, pero es un hecho. Y la misma candidez necesaria para ignorarlo haría falta para adjudicarle la exclusividad de esa conducta a una fuerza política en particular. Más aún: los que no lo hacen es porque no tienen recursos para hacerlo. Todos los demás lo hicieron, lo hacen y seguramente lo harán. Siempre tuvo el oficialismo (del color que fuere) más facilidad para llevar a cabo la tarea, por la estructura que dispone. Entonces, ahorrémonos la puesta en escena.
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Está mal intentar comprar voluntades o sacar provecho de la necesidad ajena. Está muy mal tratar de hacer del sufrimiento y la pobreza un terreno redituable para el beneficio político. Pero estuvo mal siempre: cuando el peronismo reparte bolsones y colchones, cuando lo hacía el Frente Cívico –hasta repartiendo dinero en las caravanas- y cuando el macrismo desembarcaba en plena campaña con camiones llenos de electrodomésticos en el interior catamarqueño. Hablemos en serio del tema o no hablemos. Nos conocemos todos y ya no queda mucho espacio para simular gestos de espanto.

El Esquiú.com
 

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