Con el recambio legislativo que se produce cada dos años, esta semana será pródiga en versiones sobre eventuales variantes en la conducción de la Cámara de Diputados. Ya se habla entre quienes asumirán, o algunos veteranos en lides legislativas, de producir un cambio que recreen la confianza de la ciudadanía. Si viene es cierto que no existen alarmas de ruptura, no es menos cierto que la discusión está planteada y cualquiera de los 24 miembros que tendrá desde el 10 de diciembre la bancada oficialista podrá integrar el esquema de autoridades para el período 2021-2023. Más claro: “ninguno tiene la burra atada”, como dicen en el campo.
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De los 24 legisladores del Frente de Todos, como se sabe, la mayoría observa afinidades con Lucía Corpacci, pero utilizar ese argumento para nominar autoridades sería volver a cargar sobre las espaldas de la senadora todas las responsabilidades. Recordemos que fue electa en 2015, 2017 y 2021 y, aparte, conduce el PJ y es nexo firme con la Casa Rosada. Aparte, aceptemos que en el fondo todos son corpacistas y nadie puede considerarse dueño absoluto de “los trapos”.
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Independiente de lo que se resuelta, lo que si queda claro para la sociedad es la necesidad de un recambio generacional. Hay dirigentes de la primera línea que vienen actuando desde 1983, en los años dorados del sadismo. Otros lo hicieron a la par de Lucía hace más de 16 años, cuando por primera vez fue candidata a diputada nacional. Tal vez sea la hora, entonces, de poner en acción a los nuevos cuadros políticos y permitir el cambio que, por circunstancias distintas, ha puesto en marcha la UCR tras la caída de Castillo y las muertes de Brizuela del Moral y María Colombo. Por otro lado, se trata de una apuesta del gobernador Jalil que la expresó en cuanto asumió, hace ya dos años, en el sentido de homenajear a los viejos, pero dar lugar a los jóvenes. Una idea para nada descabellada, que seguramente comparte Corpacci.
El Esquiú