El Secretario
Habría que ejercitar mucho la memoria para recordar un candidato que haya boicoteado su propia candidatura de la manera que lo hizo Walter Arévalo, secretario general del Sindicato de Obreros y Empleados Municipales que se lanzó a la arena partidaria para buscar una banca como concejal en la Capital. El dirigente sindical, a una semana de las elecciones, protagonizó un lamentable episodio, que incluye varias conductas cuestionables, sobre las cuales, al menos en las horas posteriores, no ofreció ningún descargo o respuesta. Y aunque lo haga resultará difícil justificar un comportamiento a todas luces impropio de quien representa a los trabajadores y aspira a representar a los ciudadanos.
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Arévalo fue interceptado en la madrugada del sábado conduciendo en aparente estado de ebriedad, y cuando agentes policiales lo interceptaron se negó a realizarse el test de alcoholemia, amenazó y agredió a los uniformados; en un espectáculo patético y violento que terminó con tres personas arrestadas, incluyéndolo a él. Fue tal la magnitud del incidente que el líder del Frente Amplio por el cual se postula, Hugo Ávila, anticipó que de confirmarse su responsabilidad le pedirán que renuncie a su candidatura, ya que esa agrupación política no se siente representada por la conducta aparentemente asumida por el gremialista.
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Asoma aquí un punto de inflexión en la vida política de Arévalo, que por cierto es joven y en algún momento tendrá que reflexionar y revisar su manera de actuar. La prepotencia, la agresividad y la postura de llevarse todo por delante nunca son saludables, y se trata del camino menos adecuado para la convivencia pacífica y democrática que la sociedad reclama y merece. El eje del problema radica en que el incidente del sábado no es un hecho aislado, sino la continuidad lógica de quien propone la confrontación y el atropello como método de acción constante. Poca diferencia hay entre ingresar por la fuerza y causando destrozos al Concejo Deliberante, inundar de basura la ciudad o atacar a medio mundo cada vez que tiene un micrófono delante con la reacción que ahora tomó estado público. Si lo comprende y ejerce alguna autocrítica habrá progresado, si no lo comprende, su soñada carrera política será breve como un suspiro.
El Esquiú.com