A solo cinco días del cierre de las festividades en honor a la Virgen del Valle, crece una inusual expectativa en torno a la Procesión que corona las actividades marianas, históricamente la actividad más convocante en la provincia de Catamarca. Diversos factores se conjugan para elevar los niveles de ansiedad. Cada año se realizan dos peregrinaciones con el fin de honrar a la Madre Morena, en el mes de abril, para el aniversario de la Coronación Pontificia y en el mes de diciembre, en el Día de la Inmaculada Concepción. Siempre la procesión de diciembre fue la que mayor cantidad de fieles congregó y en tiempos difíciles la concurrencia es aún mayor.
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Pero esta vez se suma una situación realmente excepcional, sin precedentes en la historia y es que volverá a haber peregrinos después de dos años sin que se permitiera la asistencia de público, una característica que jamás se presentó. La última procesión normal ocurrió allá por diciembre de 2019, cuando las noticias del coronavirus se limitaban a un extraño fenómeno que se reportaba desde la lejanía asiática. En marzo de 2020 el temor se había apoderado del mundo, Argentina ingresaba en una etapa de aislamiento estricto y lógicamente no hubo procesión en abril. Lo mismo sucedió en diciembre del año pasado y en abril de este año, ocasiones en que se cumplió una ceremonia religiosa simbólica, apenas con participación de unas pocas autoridades.
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Dos años después, se producirá el reencuentro masivo de la Imagen con su pueblo y es un fenómeno que excede a los catamarqueños, porque ya están marchando hacia aquí peregrinos de La Rioja, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y otros rincones del país. Sería necio negar que existe cierta inquietud, porque la pandemia no ha terminado y se están tomando todas las previsiones posibles para evitar que deba lamentarse una situación indeseada una vez que la fiesta concluya. Será esencial colaborar, respetar las normas y no ignorar ninguna de las medidas preventivas, para que el multitudinario encuentro concluya como todos deseamos.
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