El Secretario

miércoles, 17 de febrero de 2021 01:08
miércoles, 17 de febrero de 2021 01:08

Un inusual actor se sumó a las discusiones salariales que concentran la atención de miles de empleados públicos: como tercero en discordia entre el Gobierno y los principales gremios, apareció el Bloque “Unión Cívica Radical” de la cámara de Diputados, para fijar su postura y tirar sobre la mesa algunas cifras porcentuales sobre los incrementos de haberes. Los legisladores de la oposición emitieron un documento en el cual señalan que los aumentos de sueldos no deben quedar por debajo del 55 por ciento y hasta precisaron que este incremento debe ser retroactivo al primer día de febrero y con actualización automática, incluyendo el blanqueo de los conceptos no remunerativos. El argumento es sencillamente que el Gobierno demostró que cuenta con fondos suficientes para hacerlo y tomaron para sostener esa afirmación los ejemplos de la compra del nuevo avión y la frustrada creación del Fondo Especial de Gestión.
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El resto del documento descansa en afirmaciones irrefutables, como el avance inflacionario, la situación económica, el encarecimiento de la canasta familiar y una serie de detalles descriptivos que podrían utilizarse atemporalmente en cualquier punto de las últimas tres décadas del país, y lamentablemente siempre resultarían de plena vigencia. ¿Es válido el mensaje opositor? Totalmente. La cuestión salarial es un tema de gran interés para la comunidad y por ende para todos los estamentos oficiales. Sin embargo, el contenido del comunicado de los parlamentarios radicales huele más a una jugada demagógica que a una propuesta seria, que no por casualidad ubica su aumento sugerido por encima de los pedidos de todos los gremios y casi duplica la oferta gubernamental, ubicada en el orden del 30 por ciento. Nunca la Legislatura (que dicho sea de paso tiene su propio Presupuesto) se inmiscuyó en las negociaciones salariales del Ejecutivo y en los hechos tampoco lo hará en esta ocasión. La voz que se hizo oír, por ende, no tiene otra meta que la de alentar malestares y disconformidades. Una jugada extraída del manual básico del opositor, que no construye demasiado y, por obvia, pierde incluso la eficacia deseada por sus impulsores.
El Esquiú.com
 

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