Apuntes del Secretario

domingo, 25 de abril de 2021 01:02

La moda de los libros escritos o -en algunos casos- firmados por políticos se mantiene en pleno auge, en líneas generales con denominadores tan comunes que no los invalidan como recurso, pero preanuncian que a corto y mediano plazo irán perdiendo su módico efecto a fuerza de saturación. De escaso o nulo vuelo literario, racconto reiterativo de lo que cotidianamente expresan en los medios (salvo honrosas excepciones), estos libros resultan sin embargo una tentación irresistible para un número cada vez mayor de actores partidarios, listos para reclamar con plumas ajenas el prestigio y la presencia que nadie como un libro puede aportar. Pocos parecen dispuestos a renunciar al convite de mostrarse con su propia foto en portada, aunque página tras página no pueda hallarse ningún manifiesto consistente, ninguna idea propia, ninguna revelación que justifique el consumo de papel.

                                                                                                                 

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No hace falta aclarar que no hay ningún impedimento para que los políticos escriban: son libres de hacerlo. Les asiste el derecho tanto como al lector de reclamar que tengan realmente algo para decir. Porque si los libros son buenos, bienvenidos. Antecedentes hay de todos los colores. En nuestro país, desde Domingo Sarmiento a Bartolomé Mitre, hubo muchos políticos que además fueron enormes escritores. A nivel mundial, aparece el mismísimo Winston Churchill, que hasta ganó el premio Nobel de Literatura. También el ultraderechista Mario Vargas Llosa tiene su Nobel, aunque en su caso, como el del expresidente checo Vaclav Havel, fue al revés: primero triunfaron en la literatura y luego entraron al mundillo de la política. Hoy la meta parece ser menos ambiciosa, y la aparición de libros se reduce a la búsqueda de un impacto publicitario de corto alcance, casi un atajo para ganar espacio en las noticias por una breve temporada. Es así que desde Felipe Solá a Patricia Bullrrich, de María Eugenia Vidal a Lilita Carrió, de Daniel Scioli a Ricardo López Murphy, decenas de políticos sumaron libros a los souvenirs de campaña.

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Entre todas esas experiencias, quien marcó diferencias fue Cristina Fernández de Kirchner, protagonista de un boom editorial sin precedentes, que hoy se encamina a los 400.000 ejemplares vendidos. Una barbaridad si se considera que la tirada promedio para cualquier autor es de 3.000 ejemplares, y para alguien de probado éxito puede llegar a 10.000. No sorprendió por ello que Mauricio Macri decidiera recorrer el mismo camino, y de momento no le va mal. Tras una primera tirada de 30.000 ejemplares, avanza una segunda que promete completar 70.000 libros.

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Competencias marketineras al margen, hay otras diferencias. Cristina hace un par de alusiones a Catamarca en “Sinceramente”. Habla de los ponchos de vicuña catamarqueños, del presidente Ramón Castillo, etc. En “Primer Tiempo” la palabra Catamarca ni siquiera aparece. Pero algo une a los libros de los expresidentes: ambos nombran a Luis Barrionuevo. Cristina lo hace en distintas ocasiones, al detallar los paros que motorizó junto a los “gordos” de la CGT contra el impuesto a las Ganancias, y por su participación en el armado de la causa de La Rosadita, episodio conocido y contado por el propio villacubano. Macri también lo nombra, pero a diferencia de Cristina, lo hace elogiosamente.

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El empresario heredero de SOCMA recuerda: “Una escena en la Casa Rosada describe mejor que mil palabras nuestras dificultades y también los distintos puntos de vista dentro del sindicalismo argentino frente a nuestros sistemas de contratación anacrónicos que, lejos de generar empleo, logran incrementar el trabajo en negro. En esa oportunidad, Luis Barrionuevo estaba sentado a mi izquierda y le dice a Antonio Caló, dirigente metalúrgico que se encontraba al final de una larga mesa: «Tu problema, Antonio, no es el gobierno. ¿Sabés cuál es? Es que tu matricero, con un oficio y con muchos años de experiencia y formación, gana 18 000 pesos y trabaja 8 horas por día. En cambio, un guarda de tren, que trabaja 6 horas por día, y sin tanto conocimiento como el matricero, gana 30 000. ¡Y lo peor de todo es que la diferencia la pagamos todos!». Yo pensé para mí mismo: «¡Epa, qué claridad tiene Barrionuevo!». Y Caló se quedó en silencio. Por eso creo que Luis Barrionuevo, a diferencia de Moyano, ha sido mucho más consecuente y consciente de los problemas de sus trabajadores, más allá de su estilo personal y su histrionismo excesivo, que lo han llevado en algunas ocasiones a lanzar frases muy desafortunadas. Los sindicatos que representan a las personas que trabajan en el sector privado suelen tener más en claro por dónde pasan los problemas y sus soluciones”. En definitiva, las menciones ratifican el peso de Barrionuevo en la escena nacional.

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Humilde consejo a toda la dirigencia política: revisen sus mensajes antes de compartirlos en las redes sociales. La lluvia de pifias no se detiene, y la que se anotó ahora fue Felicitas Beccar Varela, la rubia que incursionó en TV en el recordado ciclo “Jugate Conmigo” y hoy es senadora bonaerense de Juntos por el Cambio. La legisladora leyó que se habían cerrado 38 escuelas rurales por “baja matrícula” en Buenos Aires, y se despachó en las redes con una fuerte denuncia contra el gobernador Axel Kicillof. Para dar más fuerza a su protesta mediática, adjuntó una imagen de la noticia publicada. Como muchos de sus colegas, terminó en un ridículo gigantesco, en este caso porque no advirtió que la información que replicó era de 2018, y que la medida había sido tomada durante el mandato de su copartidaria María Eugenia Vidal. Un auténtico tiro por la culata.

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Se acerca el primero de mayo y los colaboradores del gobernador Raúl Jalil ya están trabajando en el discurso que ofrecerá el mandatario en la Asamblea Legislativa. Se sabe que estos actos no son de la preferencia de Jalil, quien cumple con el deber institucional con lo justo y necesario. Sin ir más lejos, en su primer y único informe anual quebró un record con el mensaje más breve que se recuerde, que apenas si rondó la media hora. No obstante este año se extendería un poco más, porque se haría una mención bastante detallada de las medidas adoptadas en el marco de la pandemia, tanto en el fortalecimiento del sistema de salud como en el reordenamiento económico que obligadamente se llevó a cabo. El gobernador también haría referencia a la integración regional y los avances del Norte Grande, a las prioridades en materia de obra pública y a la contención social desplegada.

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Mientras tanto, en la Legislatura comenzó una de las discusiones más complejas de cada año, que consiste en determinar qué presupuesto se asignará a cada uno de los poderes. El tema es materia de análisis en las sesiones extraordinarias, y el Ejecutivo ya avisó que habrá que acomodarse a las exigencias del momento. Fue el ministro Jorge Moreno quien lanzó el preaviso, al subrayar que “además del pedido del Poder Judicial y la necesidad de dar la debida participación al Poder Legislativo para realizar una readecuación presupuestaria, tenemos que considerar que la Provincia perderá aproximadamente 500 millones de pesos de recaudación del Impuesto a las Ganancias. También debemos considerar la pandemia y las consecuencias que genera en el ámbito sanitario, económico y social, que deben ser contempladas al asignar los recursos del Estado”. Más claro imposible.

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RECUERDOS. El 25 de abril de 1995, durante la presidencia de Carlos Menem, el general Martín Balza, entonces jefe del Ejército, se presentó en el programa televisivo Tiempo Nuevo conducido por Bernardo Neustadt para leer una declaración. Esa declaración de Balza está considerada como la primera autocrítica profunda de las Fuerzas Armadas sobre su papel en la violación de derechos humanos durante la última dictadura cívico-militar argentina.

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Textualmente expresó: “Sin buscar palabras innovadoras, sino apelando a los viejos reglamentos militares, aprovecho esta oportunidad para ordenar una vez más al Ejército, en presencia de toda la sociedad: nadie está obligado a cumplir una orden inmoral o que se aparte de las leyes o reglamentos militares. Quien lo hiciera incurre en una conducta viciosa, digna de la sanción que su gravedad requiera. Sin eufemismos, digo claramente: delinque quien vulnera la Constitución Nacional. Delinque quien imparte órdenes inmorales. Delinque quien para cumplir un fin que cree justo emplea medios injustos e inmorales. La comprensión de estos aspectos esenciales hace a la vida republicana de un Estado... Comprender esto, abandonar definitivamente la visión apocalíptica, la soberbia, aceptar el disenso y respetar la voluntad soberana, es el primer paso que estamos transitando desde hace años, para dejar atrás el pasado, para ayudar a construir la Argentina del futuro, una Argentina madurada en el dolor, que pueda llegar algún día al abrazo fraterno. Si no logramos elaborar el duelo y cerrar las heridas no tendremos futuro. No debemos negar más el horror vivido, y así poder pensar en nuestra vida como sociedad hacia delante, superando la pena y el sufrimiento”. El impacto fue amplio y positivo, y con posterioridad el propio general Balza realizó varias ampliaciones de la autocrítica del Ejército. Lamentablemente, por ello fue expulsado del Círculo Militar, la asociación civil más importante de los militares en Argentina.

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