El Secretario

jueves, 13 de mayo de 2021 00:59

Esta semana se vivió otra jornada de homenajes a Fray Mamerto Esquiú, el máximo prócer provincial, al cumplirse un nuevo aniversario de su natalicio. Con actos protocolares de carácter oficial, sin mayor brillo y sin otra opción, se recordó al ilustre Orador de la Constitución, cuya estatura intelectual y moral trascendió las fronteras de la provincia y el país. Pandemia mediante, las ceremonias para evocar su vida y obra, debieron realizarse sin vecinos, sin alumnos, y con el mínimo indispensable de personas. Pero se hicieron y es lo importante.
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La ironía que se presenta en este tramo de la historia, es que la situación planteada a nivel mundial por la emergencia sanitaria, vino a postergar uno de los acontecimientos más esperados por generaciones de catamarqueños: la beatificación. Cientos de personas, muchas de las cuales ya no están, bregaron durante más de un siglo para que Esquiú fuera reconocido como beato. Y fue esa labor, mayoritariamente anónima, la que jugó un papel decisivo para que el objetivo se alcanzara. Porque más allá de las cuestiones celestiales, hubo mucho trabajo y esfuerzo, mucha dedicación y estudio para que el reconocimiento se concretara. Tareas de divulgación, investigaciones, incansables comisiones de homenaje permanente e infinitos gestos se aportaron para que Esquiú fuera finalmente consagrado beato desde El Vaticano.
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Es una verdadera pena que un hecho esperado durante más de un siglo, cuando es finalmente confirmado no se pueda realizar. Estas circunstancias excepcionales que nos toca atravesar, impactaron también en la jornada más gloriosa para la memoria del ejemplar comprovinciano. Ahora se informó que la ceremonia se realizará finalmente en septiembre, si es que se logra vencer en la batalla contra el maldito virus. Plan tras plan va cayendo, pero seguramente valdrá la pena la espera. Lo que parece innegable es que resulta preferible postergar una y otra vez la beatificación, hasta que pueda tener la magnitud que se merece. Si ya se esperaron más de cien años, convendrá esperar un poco más hasta que la gente pueda participar. Aquí no hay Zoom que valga: el acto no puede hacerse sin el pueblo.
El Esquiú.com
 

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