Apuntes del Secretario

miércoles, 19 de mayo de 2021 01:29

El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”. La célebre frase pertenece a Aristóteles, pero ha servido en el tiempo para graficar distintas situaciones, especialmente si de incoherencias se trata. Hoy vale para algunas cuitas que ocurren en Andalgalá, sin dudas el departamento más político de Catamarca. Allí gobierna un intendente –el ingeniero Eduardo Córdoba- que ganó el cargo por márgenes tan escasos que ni siquiera domina la mayoría del Concejo Deliberante, toda vez que sus concejales terminaron perdiendo en el veredicto popular de octubre de 2019. En aquella campaña, lo recuerdan bien los andalgalenses y los catamarqueños en general, el hombre prefirió guardar silencio sobre los planes mineros que estaban en marcha y sobre los que, se sabe públicamente, es un opositor confeso. Ya en el gobierno municipal no se privó de expresar sus verdaderos pensamientos o mirar de soslayo, sin siquiera repudiarlos, a los destrozos que se produjeron en una sede de una empresa extranjera. Hoy tenemos una nueva de este intendente que, en plena pandemia –Andalgalá es una de las zonas más castigadas por el virus-, prepara los bártulos electorales para enfrentar la próxima elección. Su visita a Rodríguez Larreta, junto al intendente de Ancasti –Rodolfo Santillán-, gestionada por la conducción de la UCR, nos exime de mayores comentarios políticos.

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De esta forma, en modo electoral, Córdoba ha movido el tablero. No solo por su visita a los lujosos despachos porteños, sino porque a una iniciativa que despertaba grandes expectativas entre los productores del departamento busca tumbarla o cambiarle el destino. Se trata del proyecto “Andalgalá Polo Hortícola del Oeste”, llamado a ser el principal de la región con el apoyo firme del gobierno provincial. Concretamente ha pedido que el dinero que se destinaría a la obra –unos 12 millones de pesos- sea empleado en refaccionar la plaza de Andalgalá, iniciativa que costaría 15 millones. El faltante de dinero, conforme a una nota que elevó a autoridades provinciales y a la que tuvo acceso El Esquiú.com, se cubriría con la recaudación propia del municipio.

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La gran incoherencia del jefe comunal estriba en el hecho que, durante la campaña, se cansó de hablar de la necesidad de una Andalgalá eminentemente productiva y ahora quiere cambiar el Polo Hortícola por los arreglos de una plaza, que no es precisamente un proyecto sostenible o que vaya a crear puestos de trabajo, el insumo que más falta hace en las tierras donde naciera don Carlos Malbrán, un pionero de la medicina argentina. Su sinuoso proceder tiene otras vertientes. La plata para el Polo Hortícola que, por ley, ahora la maneja la provincia, proviene de regalías mineras y Córdoba es un declarado antiminero. Por un mínimo de decoro no debería pretender utilizar esa plata. Pero también recrea sus incoherencias, bajo pueriles pretextos, dándole la espalda a la producción cuando se trata de un profesional ingeniero agrónomo. En síntesis. Ni minero, ni partidario de la producción. Político en campaña que necesita dinero fresco para alentar sus no declarados objetivos.

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Como no podía ser de otra manera, la intentona del intendente Córdoba por atrapar dinero que pueda manejar a su antojo –como lo hicieron en otros tiempos José Eduardo Perea o Alejandro Páez- ya recibió severas críticas. Uno de los que levantó la voz fue el Secretario de Asuntos Interiores de gobierno, Nicolás Verón, quien llegó a Andalgalá para inaugurar una oficina de Desarrollo Social donde los ciudadanos, sin tener que salvar las vallas burocráticas de viajar a la Capital, puedan realizar trámites diversos con los distintos ministerios. Señaló en la oportunidad que, a instancias del senador Horacio Gutiérrez, una de sus preocupaciones con respecto a Andalgalá tiene que ver con el inmenso basural a cielo abierto que se levanta a dos kilómetros del casco céntrico. De la misma forma señaló que, mientras Córdoba está interesado en una plaza, lo cual puede ser muy loable pero no prioritario, otros intendentes compran vehículos para trasladar enfermos, tractores para la producción o implementos para reforzar la seguridad ciudadana. Por si no generara rechazos el proyecto del intendente y exfuncionario de Alejandro Páez, en el Concejo Deliberante nadie sabe nada de estas cosas, tal como lo comentó el titular del cuerpo, Sebastián Almada. “Pediremos informes, pero desde ya expresamos nuestro rechazo a cambiar el proyecto del Polo Hortícola”, señaló, y desmintió a Córdoba, quien había dicho que Andalgalá no tenía profesionales para hacer estudios de suelo o captación de agua.

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Se estrenó recientemente un documental titulado “Una casa sin cortinas”, dirigido por Julián Troskberg, que se enfoca de manera brillante en una de las figuras más indescifrables de la historia argentina: María Estela Martínez, “Isabelita”, la primera mujer que ejerció la presidencia de la Argentina, y que trazó a lo largo de su vida un itinerario tan extraño como único. Llegó a convertirse en la máxima autoridad del país sin ser política, alcanzó la fama pero jamás la popularidad, lleva el apellido de Perón y jamás fue reivindicada por el peronismo, fue víctima de la dictadura pero hay quienes le señalan responsabilidad en el mismo golpe de Estado que la derribó, el busto que la debiera recordar en el salón de los expresidentes de Casa Rosada desapareció, y cada aspecto de su vida que intenta profundizarse conduce a laberintos sin salida.

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Ni su infancia, ni su adolescencia, nada en su vida emerge con nitidez. Mucho menos su vínculo extraño y temeroso con el esoterismo o su hipnotismo ante el nefasto José López Rega. Tampoco su rol de bailarina ni su acercamiento a Juan Domingo Perón. Todo se vislumbra apenas entre tinieblas y versiones encontradas, dejando siempre más interrogantes que respuestas. A partir de fotografías, filmaciones y valiosos testimonios –de figuras notables y testigos anónimos- se reconstruyen los años de mayor protagonismo en un documental que como hilo conductor tiene la intención final del director, que quiere encontrarse con Isabelita y en su búsqueda llega hasta la casa donde vive, actualmente con 90 años, recluida en las afueras de Madrid.

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Algunos aspectos quedan claros, y ni falta que hacía porque lo sabían de antemano todos los argentinos que vivieron su época: no estaba preparada para ocupar el cargo que ocupó. Más difícil es determinar las responsabilidades que realmente le caben. Fue quizás utilizada y arengada para avanzar hasta allí, donde no sabía qué hacer. No genera afectos ni odios, apenas una indiferencia consentida por ella misma, que decidió hace décadas retirarse para siempre, sin reclamar ni siquiera el derecho a ofrecer su parecer. Y la última dicotomía que se refleja, es que el mismo peronismo que casi se avergüenza de ella, le reconoce cierto valor en su derrumbe. Porque se negó a renunciar a cambio de privilegios ante el poder militar que la desplazó, y porque soportó años de cárcel (más que cualquier otro presidente de la historia) y de exilio. Y en esa caída en desgracia reveló estoicismo y lealtad, mostrado en la capacidad de resistencia la valía que no tuvo como líder impuesta. Extrañamente su eterno silencio, cobra en esa época un matiz admirable. Para quien se interese por la historia reciente, para quien crea que mirar atrás puede contribuir a comprender el presente, este apasionante trabajo resulta plenamente recomendable.

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RECUERDOS. El 19 de mayo de 1986, a los tres años de haber asumido la presidencia de la Nación, Raúl Alfonsín sufrió un intento de atentado en una visita al Tercer Cuerpo del Ejército, en Córdoba. Esto se produjo a los pocos meses de condenar y destituir a exponentes militares gracias a un decreto derogado por él. Minutos antes de que el mandatario arribase para llevar a cabo su visita protocolar, el oficial Carlos Primo, miembro del Comando Radioeléctrico cordobés, se percató de un elemento sospechoso: un cable negro que se asomaba cerca de una alcantarilla, justo en un lugar donde el ex presidente se iba a ubicar. Junto al cabo Hugo Velázquez, siguieron el rastro del cable para dar finalmente con un artefacto explosivo con gran capacidad letal: una bala de mortero calibre 120 mm con 2,5 kilos de TNT que se hallaba adosada a dos panes de trotyl de 450 gramos cada uno. Inmediatamente se dio aviso al Comando de Explosivos que logró desactivar exitosamente el artefacto. Por su rango de explosión, podría haber acabado con la vida de Alfonsín. Ocurrió hace exactamente 35 años, y -tradición argentina- nunca se pudo identificar a los responsables.

El Esquiú.com

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