Apuntes del Secretario

miércoles, 2 de junio de 2021 01:48
miércoles, 2 de junio de 2021 01:48

Luego de una extensa espera, la Justicia se pronunció sobre las denuncias contra Roberto Gómez por el delito de abuso sexual, promovidas por una mujer que trabajaba en su clínica, y lo hizo para dictar el sobreseimiento del reconocido cardiólogo, al interpretarse que no existían elementos para endilgarle la indecorosa conducta que le atribuyó su denunciante. Dos años pasaron desde que el caso se hizo público hasta que se resolvió la inocencia de Gómez, y si bien judicialmente no le generará ninguna consecuencia, la maniobra tuvo para él un costo social y político altísimo. El dirigente fue presidente del Comité Provincial de la Unión Cívica Radical, y había sido nada menos que candidato a gobernador en las elecciones de 2019, lo cual lo posicionaba como una de las principales figuras para la renovación de la cúpula boinablanca, y lo dejaba en posición expectante para seguir creciendo a nivel partidario e institucional. Nada de eso sucedió, y la denuncia que pesaba sobre él hasta le impidió competir en las fallidas internas de la centenaria fuerza. Cuando la denuncia salió a la luz, se temía que la oposición la utilizara para atacarlo, pero en realidad fueron sus propios correligionarios quienes saltaron con furia sobre su yugular.

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Puede decirse que todo se hizo al revés en el radicalismo con la delicada cuestión de los delitos sexuales, porque antes la UCR eligió el silencio para promover y acompañar la candidatura de Enrique Aybar como intendente de Puerta de Corral Quemado. Aybar, que se mantuvo siete años denunciado, ejerció la intendencia estando imputado y ganó los comicios en pleno proceso legal, para ser finalmente condenado por la Justicia por violar a una niña, y como efecto de ese caso se respondió airadamente contra Gómez, que no tenía ninguna condena. La reacción desató incluso un severo conflicto interno, y quedó claro que hubo condescendencia allí donde ameritaba severidad, y severidad donde se requería prudencia. La pregunta ahora es si Gómez podrá reconstruir su carrera política, y en principio si quiere hacerlo y volver a trabajar con quienes lo maltrataron.

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Mañana, 3 de junio, se cumplirán once meses desde la detección del primer infectado de coronavirus en Catamarca, la provincia que más tiempo se mantuvo libre de casos en el país, tras aguantar 105 días con los registros en 0. Desde entonces, las estadísticas no dejaron de agravarse:
3 de julio
1 infectado, 0 fallecidos

3 de agosto
61 infectados, 0 fallecidos

3 de septiembre
74 infectados, 0 fallecidos

3 de octubre
282 casos, 0 fallecidos

3 de noviembre
1.103 infectados, 2 fallecidos

3 de diciembre
1.862 infectados, 15 fallecidos

3 de enero
3.139 infectados, 18 fallecidos

3 de febrero
6.240 infectados, 34 fallecidos

3 de marzo
8.789 infectados, 56 fallecidos 

3 de abril 
11.727 infectados, 74 fallecidos

3 de mayo
16.688 infectados, 120 fallecidos

1 de junio
27.695 infectados, 243 fallecidos

Un panorama alarmante, que más allá de los números llevó dolor a cientos de familias y constituye una verdadera tragedia colectiva. Extrañamente, en el momento más delicado de la pandemia, siguen organizándose fiestas clandestinas y se observan conductas irresponsables y sensibles por parte de quienes no comprenden la magnitud de lo que ocurre.
La emergencia sanitaria derivó también en serios inconvenientes económicos, laborales y sociales, que se intentar atenuar con medidas constantes, y sólo en 2020 la Provincia dedicó más de 600 millones a enfrentar la situación.
Por fortuna, aunque el presente es aciago, nace una luz de esperanza con el plan de vacunación, que ya alcanzó a alrededor de 100.000 catamarqueños, y si todo resulta según lo planeado el virus debería comenzar a retroceder una vez superado el invierno. Como escribió alguna vez Shakespeare: “Nunca está más oscuro que cuando va a amanecer”.

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Mauricio Macri y Elisa Carrió cerraron el círculo tras un itinerario verborrágico que los golpeó como un boomerang en torno a la campaña de vacunación. El empresario, luego de quejarse de las restricciones dispuestas para enfrentar la pandemia en el país y celebrar la comodidad con que se movía en Europa; anunció heroicamente que no se vacunaría “hasta que el último argentino” estuviera inmunizado, pero al cabo viajó a Miami y se vacunó sin demoras, como muchos de los que tienen el privilegio de viajar al exterior. Mucho peor es el caso de “Lilita”, que luego de atacar encarnizadamente las vacunas llegó a formular una ridícula denuncia judicial contra Alberto Fernández por “envenenamiento” del pueblo, en pleno auge de la campaña antivacunas de la oposición. “Me vacuné”, escribió Carrió en su cuenta de Twitter.

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Sin pudor alguno, ratificando que se siente inmune a las contradicciones, apuntó: “Lo logré. Me vacuné, primera dosis con AstraZeneca”. Ella, que previamente tampoco se había privado de criticar a Macri (“Si fui una líder de convicciones y de principios, no me puedo ir a vacunar a Miami”), no resistió la tentación de teñir su acto de heroicidad, y agregó que “No me vacuné con la vacuna de un laboratorio de Rusia porque Putin es un dictador. Así que respeté mis principios”. Un eslabón más en la cadena de delirios de la misma diputada que en febrero había anunciado que presentaría un proyecto de ley para que los líderes de todos los espacios políticos, los funcionarios públicos y sindicalistas fueran los últimos en acceder a la vacuna contra el Covid-19. A propósito, la Sputnik que denunció como veneno tiene una eficacia probada por encima del 96 por ciento y es de las más codiciadas en todo el mundo. 

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Como era previsible, la organización de la Copa América de fútbol resultó en un dolor de cabeza y perdura la incertidumbre cuando resta poco más de una semana para que se inicie la competencia. Originalmente el torneo iba a tener como anfitriones a Colombia y Argentina, pero ninguno de los dos podrá hacerlo. Envuelto en una violenta crisis social, Colombia solicitó al organismo rector de la actividad, Conmebol, que se postergara el campeonato. La respuesta fue negativa y directamente se eliminó a Colombia como organizador. Argentina quedó como única sede, pero abruptamente se le quitó el torneo, en este caso por la compleja situación generada por el coronavirus. Contrarreloj se salió en busca de un nuevo organizador, y allí la sorpresa fue mayúscula porque la responsabilidad cayó en Brasil. Jair Bolsonaro aceptó con los brazos abiertos, en medio de durísimas críticas, ya que el país tiene casi medio millón de muertos por Covid, lo cual también genera inquietud en las delegaciones participantes. Mientras tanto, aquí la oposición aprovechó para politizar la cuestión, y apenas se conoció la noticia de que habían retirado el torneo del país, llovieron los ataques. Hasta la exministra Patricia Bullrich lo consideró “una mala noticia” para el Gobierno, producto de su “pésima gestión de la pandemia”. Opinión respetable, sino fuera porque ella misma atacaba al Gobierno con el argumento de que organizar la Copa América era “pan y circo” en medio de la crisis sanitaria. Es decir que para ella hay dos maneras de probar la mala gestión de Alberto Fernández: si organiza la Copa América y si no la organiza. Muy constructiva la posición de la presidenta del PRO.

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RECUERDOS. Se cumplirá mañana un lustro de la muerte de Muhammad Ali, posiblemente el deportista más grande de todos los tiempos, que además de ser un boxeador extraordinario fue una figura de enorme influencia en su generación, en la política y en las luchas sociales o humanitarias a favor de la paz, los afroamericanos y el islam. Sobre el ring se consagró como campeón olímpico siendo amateur, y como profesional conquistó tres veces la corona mundial de todos los pesos, record jamás igualado. Sostuvo épicas batallas con rivales de la talla de Archie Moore, Henry Cooper, Sonny Liston, Floyd Patterson, Ernie Terrell, Joe Frazier, Larr Holmes, Leon Spinks, George Foreman y Ken Norton. Provocador, arrogante, talentoso, carismático, inteligente, Alí humillaba a sus rivales e incluso pronosticaba en qué round les iba a ganar. En los años 60 se negó a combatir en la guerra de Vietnam con profundos cuestionamientos al accionar bélico y al racismo estadounidense, lo que le valió la condena a prisión, castigos económicos, que le quitaran sus títulos y le prohibieran boxear. Esperó tres años y regresó otra vez triunfal. Un hombre sin par, que visitó dos veces este país, y que en una de sus más recordadas peleas enfrentó en el Madison Square Garden al entrañable argentino Oscar “Ringo” Bonavena, notablemente inferior técnicamente, pero que hizo gala de un coraje consagratorio en la batalla. Alí había vaticinado que mandaría a la lona a Bonavena en el noveno asalto, pero en ese round fue “Ringo” quien lo tiró a él. Finalmente ganaría Alí en el round 15, en un inmortal combate que hasta hoy posee el segundo record como la transmisión con mayor rating en la historia de la televisión argentina: 80 puntos registrados el 7 de diciembre de 1970, audiencia sólo superada por la semifinal Italia-Argentina en el Mundial 90. Bonavena fue asesinado en mayo de 1976 y Alí, tras luchar años contra el Parkinson, murió el 3 de junio de 2016.

El Esquiú

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Tristeza
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Indiferencia

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